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Un carruaje tirado por cuatro caballos se llevaba á la señora y las señoritas con los últimos trajes y sombreros llegados de Europa á través de las tiendas de Buenos Aires. Por indicación de Chicha, iba Desnoyers con ellas, tomando las riendas al cochero. El padre se quedaba para recorrer sus campos en la soledad del domingo, enterándose mejor de los descuidos de su gente.

Como el comentario era bastante complicado, nadie respondió. Se fué al rato. El capitán lo siguió un rato de reojo. ¡Farsante! murmuró. Al contrario dijo un pasajero enfermo, que iba a morir a su tierra. Si fuera farsante no habría dejado de pensar en eso, y se hubiera tirado al agua. Su luna de miel fué un largo escalofrío.

Por todas estas razones, Maltrana experimentó gran asombro al ver que el personaje, muy tirado de levita y sombrero de copa, con el aspecto grave y entonado de uno de los directores del país, al cruzarse con él, en vez de distraer la mirada, la fijó en su persona, acariciándole con bondadosa sonrisa.

En tiempo normal salía de ella un ferrocarril secundario que pasaba por Villeblanche; pero el servicio estaba suspendido por falta de personal. Los empleados habían pasado á las grandes líneas, abarrotadas por los transportes de guerra. Inútilmente buscó, con los más generosos ofrecimientos, un caballo, un simple carretón tirado por una bestia cualquiera, para continuar su viaje.

Comprende entonces lo que ha pasado en él la víspera de San Juan, por qué ha tirado el vaso al suelo... y hace un movimiento como para romperlo por segunda vez... No es más que un impulso de tortura infernal; después, esa luz se apaga, y se hace la noche a su alrededor, una noche sombría y llena de angustias.

Levantóse muy de mañana al otro día, fuese a la capilla de Santa Eugenia, oyó dos misas y comulgó devotamente; la prudencia de la mujer había tirado la noche antes sus cálculos, y la fe de la cristiana iba a buscar entonces en el Sacramento la gracia divina que necesitaba para vencer en la lucha.

He suplicado a San José que te quite de la cabeza todo lo que pueda parecerse a una idea fija. Si no hubiéramos estado en medio de la calle, la abuela me hubiera tirado de las orejas; pero no pudiendo administrarme su castigo favorito, se contentó con sonreír con indulgencia. En esto nos encontramos de manos a boca a una charlatana, a la que la abuela recibe sin quererla mucho, la señora Siberot.

Baja al portal, que un pillo ha tirado una pedrada al farol, y lo ha roto. ¡Pero, don Manuel, si no son más que las dos! ¿Se quiere usted llevar ya a las niñas, y aun no hemos roto la piñata? Aquella noche estaba rejuvenecido el buen señor. Gozaba por todos los jóvenes, como los místicos gozan en una comunión general.

En resolución: así como Sancho vio a las labradoras, a paso tirado volvió a buscar a su señor don Quijote, y hallóle suspirando y diciendo mil amorosas lamentaciones. Como don Quijote le vio, le dijo: ¿Qué hay, Sancho amigo? ¿Podré señalar este día con piedra blanca, o con negra?

Por cierto, y está muy deseosa de conocerte. Dirigiome mi tío algunas preguntas acerca de mi tía, y de mi vida en el Zarzal; luego tomó un diario y no abrió la boca hasta llegar a V *. Subimos entonces en un landó tirado por dos caballos, que debía conducirnos al Pavol.