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El 18 llegó dicho Guzman donde estaba el barco, y habiendo tirado un tiro antes de llegar, viendo el acompañamiento de indios, los soldados de la expedicion se asustaron, á caso por ser los primeros indios que habian visto. Entregó las cartas que llevaba; las leyó dicho Capitan comandante, y leidas dijo á dicho práctico, "caminemos, y mas que se quede el P. Capellan y la comitiva."

Rodeábase con voluptuosa delicia, como de una atmósfera tibia y perfumada, de la presencia de aquellos Valcárcel que algún día se hubieran tirado de cabeza al río por gozar una sonrisa suya.

Adivino desde aquí que su cochecito tirado por los tres hombres-caballos debe estar rodando á través de la capital desde el principio de la mañana. ¡A saber lo que habrá tramado el temible poeta!...

En otro rincon roncaba un hombre, con ese estertor característico del sueño brutal de la embriaguez, tirado como un tronco negro, y á su lado se rascaba un perro que empezó á gruñir con desconfianza al vernos aparecer sobre la cima de la escalera. Cuando saqué la cabeza al aire ménos infecto de la callejuela, sentí como si me hubiesen sometido á la accion mortal de una máquina neumática....

Era un pobre carro de labranza, tirado por un rocín viejo y huesudo, al que ayudaba en los baches difíciles un hombre alto que marchaba junto á él animándole con gritos y chasquidos de tralla.

De repente, vio que faltaba de su acostumbrado colgador uno de seda negro, y pensó desvanecerse; pero lo descubrió un instante después, tirado sobre una maleta, donde ella misma lo había echado. Por vez primera, estremeciose agradecida al Ser superior que protege a los atribulados.

La vencedora salió un momento del salón y apareció en seguida en un magnífico carro tirado por cuatro lacayos vestidos de esclavos negros: dió así una vuelta rodeada de todas las demás, al compás de una marcha triunfal. Estas y otras invenciones no menos famosas, dejaron para siempre sentada sobre bases sólidas la fama del hijo de los marqueses de Casa-Ramírez.

Agradecióselo mucho Sancho, y, besándole otra vez la mano y la falda de la loriga, le ayudó a subir sobre Rocinante; y él subió sobre su asno y comenzó a seguir a su señor, que, a paso tirado, sin despedirse ni hablar más con las del coche, se entró por un bosque que allí junto estaba.

En el piso bajo. Su mujer estaba con él. ¡La infame! Se arrojó sobre de improviso y no pude defenderme. ¡Haber tirado, al menos; ¿no tenías la escopeta? La tenía. Pero, según veo, no te sirve jamás.... Me la arrancó al principio de la lucha.... ¡Luego ha habido lucha! ¡Y nadie ha oído nada! ¿No podías gritar? ¿No te digo que me estrangulaba? Y su endiablado tutor vino en su socorro.

Me ha tirado del pelo, me ha dado de bofetadas y me ha pellizcado los brazos. Mire usted, mire usted qué verdugón me ha hecho. Y remangándose la camisa mostró en efecto en su brazo negro y rugoso una mancha morada. ¡Tanto no; es un exceso! manifestó D. Félix; pero unos azotitos de vez en cuando no te vienen mal porque eres una chica muy coquetuela.