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Confórmate, hija mía, que él está entre santos y descansando de este mundo ingrato. No te des a la pena, que eso es ofender a quien todo lo puede. Y todas iban despidiéndose con idéntica retahila. Cuando la familia regresaba de dar el pésame, por supuesto que ponía sobre el tapete a la viuda y a la concurrencia, y cortaban las muchachas, con la tijera que Dios les dió, unos sayos primorosos.

La mañana se la pasaba entera sentado sobre su sillita de tijera en el muelle, o en las peñas de tras la iglesia, con un sombrero de jipijapa si hacía sol o un paraguas si llovía. Por la tarde, tresillo en el casino hasta las cuatro en que de nuevo tomaba la caña. Por la noche, tresillo en casa de D. Martín con éste y el P. Norberto.

La enorme tira de trapo se arrastraba por la habitación, se encaramaba a las sillas, se colgaba de los brazos del sofá y se extendía en el suelo para ser dividida en pedazos por la tijera de la oficiala, que, de rodillas, consultaba con patrones de papel antes de cortar.

¡Pronto, pronto, una silla! grita la vieja a su niña. ¡Abre los postigos! dice el viejo a la suya. Y agarrándome cada cual por una mano, lleváronme de un trote a la ventana, abierta de par en par, para contemplarme mejor. Acercan los sillones, me instalo entre ambos en una silla de tijera, colócanse detrás de nosotros las dos niñas de azul, y comienza el interrogatorio.

Seamos serios: están organizando una partida, vamos, a reunimos a nuestros amigos, salvo que usted no prefiera... Yo no prefiero nada al placer de seguirla a usted, de verla, de oírla... Martholl transportó sillas de tijera y se instalaron a fin de poder conversar mirando el juego.

Trajeron un catre de tijera para que se acostase Mariano, y cuando Isidora le mandó que se recogiera, por ser ya más de medianoche, el maldito muchacho se le plantó delante y le dijo con sus bruscos modos: «Dame dinero. ¿Y para qué quieres dinero, tunante? Acuéstate. Me acostaré; pero yo quiero dinero. Si no me das dinero, no te quiero... ¿Para qué lo necesitas? Para ir mañana a los toros.

La veía con el rosario al puño, la silla de tijera al brazo y la mantilla sobre los ojos, como cuando pasaba por frente a su puerta saludando a su madre, la cual decía con aire protector: Esa doña Pepa es muy buena; un alma de Dios... La única persona decente de su familia. ; quien es; la conozco, dijo Rafael. Pues esa señora extranjera continuó don Andrés es sobrina de doña Pepa.

Ovillitos, después de dirigir miradas escudriñadoras a las tapias y al camino, se sentó bajo el árbol que cobijaba a Román, y sacando una tijera, descosió dos de los infinitos parches que esmaltaban su mugriento capote de barragán.

Cuando más apurados, más gala, contestó mi mujer entre amostazada y risueña, y me impulsó con su brazo hácia adelante. A los tres minutos nos hallábamos á la puerta del famoso restaurant Vefour, que ocupa casi el centro de la fachada Norte del Palacio Real, al lado de los Hermanos Provenzales, que tienen tambien un restaurant de primera tijera.

Los verdugos se armaron con rajas de leña, y Ramiro advirtió que el hierro de una alabarda acababa de alzarse todo rojo de sangre. Sin embargo, un labriego logró llegar hasta la morisca y asestarla un garrotazo en el hombro; una vieja la hincó por la espalda la hoja de una tijera atada a un carrizo; un dardo, venido quién sabe de dónde, se le clavó en el costado.