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Ovillitos, después de dirigir miradas escudriñadoras a las tapias y al camino, se sentó bajo el árbol que cobijaba a Román, y sacando una tijera, descosió dos de los infinitos parches que esmaltaban su mugriento capote de barragán.

Créeme, Ester, hay pocas cosas, ya en el mundo exterior, ó ya á cierta profundidad en la esfera invisible del pensamiento, hay pocas cosas, repito, que queden ocultas al hombre que se dedica seriamente y sin descanso á la solución de un misterio. puedes ocultar tu secreto á las miradas escudriñadoras de la multitud.

Supondré que el interlocutor me haya de demostrar que en un triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es igual á la suma de los cuadrados de los catetos; y que para ejercitar su inteligencia, ó mejor, para que sin advertirlo nos explique lo que pasa en su mente, con respecto á la percepcion de su objeto, le hacemos varias preguntas, en apariencia necias, pero que en realidad solo serán escudriñadoras.

De esta intensa sensación y convencimiento de ser el objeto de las miradas severas y escudriñadoras de todo el mundo, salió al fin la mujer de la letra escarlata al percibir, en las últimas filas de la multitud, una figura que irresistiblemente embargó sus pensamientos.

Esta reflexion debió hacer Felipe el Hermoso. ¿Quién puede ocultarse tampoco de las escudriñadoras miradas de los dependientes de un palacio, donde es una especie de comercio los chismes y enredos, dando publicidad en su provecho á todos los defectos de sus soberanos?

Valiéndose del sin fin de llaves que tenía, abrió todos los cajones y revolvió en ellos cuidadosamente, esmerándose en dejar las cosas, después de bien examinadas, en la misma disposición que antes tenían. Este proceder jesuítico lo practicaba siempre que metía sus manos escudriñadoras en donde no debían estar. Busca por allí, busca por allá, y nada.

Su carácter, análogo al lenguaje, es irascible, tenaz, lleno de altanería, y muy poco alegre; son sin embargo mas inclinados al trabajo que los Apolistas, sobretodo á la agricultura y á las correrías escudriñadoras en el seno de las florestas.

De pie allí, detrás de esas pocas mujeres arrodilladas, con la débil luz oscilante de las velas de los altares iluminando suficientemente su rostro, estaba aquel hombre con su cabeza inclinada reverentemente, y, sin embargo, sus obscuros ojos como cuentas parecían lanzar miradas escudriñadoras a todos lados.