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Actualizado: 10 de junio de 2025
Varias veces temblaron sus labios para formular la pregunta. Una vergüenza invencible la detenía. Deja el libro, hija mía: estarás fatigada dijo al cabo. Y su voz salió de la garganta temblorosa como si hubiese pronunciado alguna frase grave. Lo estará usted de oir. Yo no: a Dios gracias, tengo sana la garganta.
Sí contestó Príncipe, su madrastra ha tenido la singular desgracia de sobrevivir a sus afectos más caros. No pareció comprenderlo Carolina, pero Príncipe, sin dar explicaciones, se sonrió con dulzura. Dos lágrimas temblaron al poco rato en los párpados de Carolina. El señor Príncipe aproximó su silla hacia ella dulcemente.
Dos lágrimas temblaron al fin en sus ojos y rodaron silenciosamente por sus mejillas marchitas. #Baile en el palacio de Requena.# Transcurrieron los días y los meses. Clementina pasó el verano, como siempre, en Biarritz. Raimundo la siguió, dejando a su hermana confiada a unos parientes, y regresó cuando aquélla a últimos de Septiembre.
Experimentó la sensación de un grave peligro, el sobresalto nervioso que avisa. Temblaron sus rodillas, se contrajeron como si fuese a desplomarse de miedo. ¿Es que me encuentras viejo para ti? murmuró en sus oídos una voz suplicante . ¿Es que nunca podrás quererme?...
Una creo que es doña Visita, aunque no las he visto; pero se la oye de lejos... la otra... no sé. Bueno, bueno dijo Paco, volviéndose a Mesía . Son ellas. Estos días Visita no se separa de Ana. A Mesía le temblaron un poco las piernas, muy contra su deseo. Oye dijo llévame primero a tu cuarto.
Su faz se enrojeció fuertemente, sus labios temblaron, tapose la cara con las manos y gritó con un sollozo: ¿Quién ha sido; quién? ¿Quién ha puesto así a mi nieto?... Alguno de esos infames que me persiguen... ¡La cabeza me arde!... ¡Quitadlo, quitadlo de aquí! Que yo no lo vea... ¡No, no! ¡no he sido yo!
Figúrate otro yo; imagina que has sido vendido por otro Cristián, y si buscas tan cerca de tu corazón, encontrarás al hombre que buscas. La fisonomía del desgraciado tomó una expresión terrible; sus ojos se agrandaron como si vieran un espectáculo aterrador, sus manos temblaron al levantarse hacia el cielo y en un grito inconsciente lanzó este nombre: ¡Sorege! Tragomer sonrió con amargura. ¡Ah!
Nunca he visto más profunda alteración de un semblante; la sangre abandonó sus mejillas y sus labios temblaron. Me miró fijamente con ojos dilatados y replicó: ¿Es con Luciana con quien se casa usted? Cuando la conozca usted mejor, espero que querrá hacerla partícipe de la benévola afección que siempre me ha mostrado. ¡Oh! La conozco ya bien... mejor de lo que usted cree...
Anduvieron largo trecho silenciosos: al pasar sobre el puente de hierro, mirando por bajo la pavorosa negrura del abismo, se les ocurrió a los dos una idea espantosa. ¿Fue natural romanticismo de sus almas, o resultado de la exaltación de sus espíritus? ¡Quién sabe! Lo cierto es que ambos temblaron, y al temblar se pegaron uno a otro.
Tardó un instante en responder; al fin dijo gravemente con manifiesta sequedad: Para eso estoy aquí, para confesar a todo el que lo desee. La faz pálida de la joven se coloreó fuertemente, sus labios temblaron como para dar las gracias; pero no dejaron escapar ningún sonido.
Palabra del Dia
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