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Actualizado: 10 de junio de 2025


Brillaron sus ojos con los reflejos siniestros de una bestia salvaje, temblaron sus labios, contrajese espantosamente su rostro, y arrojando lejos de la pistola, saltó como un tigre sobre el traidor. El Duque no resistió el choque de aquel coloso y cayó rodando. Gonzalo se puso a brumarle las costillas con los pies, lanzando rugidos. Los padrinos acudieron corriendo a sujetarle.

A la derecha del peñón comenzaba una mancha verdinegra, como de monte bajo, que desaparecía pronto en las sombras de la barranca; y a la izquierda, un pedregal de poco relieve entretejido de malezas. Apuntando al peñón me dijo Pito Salces en cuanto nos vimos en la sierra, porque Chisco ya lo sabía por serle bien conocido el escenario: Ayí está la cueva aonde vamus. Me temblaron las carnes.

Junto á la cabecera de la cama, sobre un libro de oraciones olvidado por su esposa, vió un medallón con otra fotografía. Esta no era de la casa. El conde, que había seguido la dirección de sus ojos, quiso mostrársela. Temblaron las manos del guerrero... Su altivez desdeñosa é irónica desapareció de golpe.

Sonose las narices por última vez en la antecámara, y los lacayos temblaron en sus asientos cual si hubiesen oído la trompeta del juicio final. Un criado anunció a M. L'Ambert. Llevaba puestas sus costosas gafas de oro, y sonreía gravemente, cual convenía en semejantes circunstancias.

6 Se paró, y midió la tierra: miró, e hizo salir los gentiles; y los montes antiguos fueron desmenuzados, los collados antiguos; los caminos del mundo se humillaron a él. 7 En nada vi las tiendas de Cusán; las tiendas de la tierra de Madián temblaron.

Los ojos de Sorege aparecieron chispeantes y sus labios temblaron, como si fuese á dejarse llevar á alguna declaración imprudente. Pero logró dominarse, dió tres pasos para dejar á Tragomer y volviendo en seguida hacia él, le dijo: ¡Cada cual es dueño de su destino, Tragomer! Si el desgraciado Jacobo estuviese aquí, él mismo te lo atestiguaría.

Y estas últimas palabras temblaron en el silencio del salón saturadas de tristeza. Anhelaba Rita consolarle.... ¡Le tenía tan en el alma! Cariciosa, le dijo: La niña le quiere...; hablóme de usted, poco hace, con mucha ley...; pero para quererle como cortejo tendrá algún reparo.... ¡Como se ha dicho que si usted y ella eran hijos del señor!...

Palabra del Dia

consolándole

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