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Actualizado: 4 de junio de 2025
En un espejo, frontero a la ventana, vi quién tocaba. Era una joven rubia, ataviada con modesto traje blanco, uno de esos vestidos de muselina de hilo, frescos, ligeros, vaporosos, que tanto sientan a las muchachas núbiles: trajes que llevan con singular donaire las pollitas de Villaverde y de Pluviosilla. ¡Qué gallarda caía en torno del taburete la ondulante cola de aquella falda!
Aquel recuerdo le conmovió tan profundamente, que los más pequeños objetos, las herramientas de su oficio las barrenas largas y relucientes, el hacha de mango corto, los mazos de madera, la estufilla, el armario desvencijado, las vasijas de barro vidriado, la vieja imagen de San Miguel colgada de la pared, el antiguo lecho de dosel que se hallaba al fondo de la alcoba, el taburete, el baúl, la lámpara de mechero de cobre , todo se le reproducía en la memoria como una pintura animada, y las lágrimas asomaron a sus ojos.
Si todos los sentimientos que elevan y ennoblecen el alma cegaban al duque, todos los impulsos buenos y puros del corazón cegaban a Stein con respecto a María. ¡Cuál sería, pues, su asombro al verla sin mantilla, sentada a la mesa en un taburete, teniendo a sus pies una silla baja, en que estaba Pepe Vera, que tenía una guitarra en la mano y cantaba: Una mujer andaluza tiene en sus ojos el sol; una aurora en su sonrisa, y el paraíso en su amor.
Era ella rasgo por rasgo y, sin embargo, no lo era bastante todavía, según el gusto de Mauricio, porque dejó la paleta sobre el taburete, arrojó los pinceles con desaliento y mirando su obra con profunda atención, murmuró: ¡Ah! qué lejos estoy de la realidad!... ¡tendría que verla otra vez para estar completamente seguro de lo que hago!...
Los palos seguían en alto, relucían las navajas en los grupos, pero nadie se aproximaba á Batiste, y éste retrocedió lentamente de espaldas, enarbolando el ensangrentado taburete. Así salió de la plazoleta, mirando con ojos de reto al grupo que rodeaba al caído Pimentó. Eran todos gente brava, pero parecían dominados por la fuerza de este hombre.
Carmencita, en este momento mecía a su muñeca regaladamente, sentada en un taburete en el hueco profundo de una ventana. Llamaron a la puerta del salón, y al mismo tiempo anunciaron: El señorito Salvador. Que pase dijo don Manuel, y la niña, levantándose, corrió a recibir la visita con sonrisa plácida. Entró un joven mediano.
Era mi prometido; se avergonzó de mí; ya no le conozco. Tragomer ama á usted todavía. Me alegro, dijo María con firmeza. Eso le hará sufrir... Se pasó la mano por la frente, se volvió hacia su madre, que escuchaba en silencio, y dijo arrodillándose en un taburete cerca de ella: Perdón, mamá.
Fabrice notó que aquella parte más penosa en las funciones de la lectriz las prevenía Pierrepont con el mayor cuidado; él era quien se levantaba para acercar el taburete, colocar un cojín, abrir una ventana, llamar un criado, desviviéndose, en fin, por satisfacer los caprichos sin número de una anciana señora enfermiza, nerviosa, y de un tan imperioso, cuanto superlativo egoísmo.
Una tropa de carpinteros manejó incesantemente sus martillos, subiendo y bajando por escalas y cuerdas con agilidad simiesca. Así tuvo el segundo día un taburete en que sentarse, apropiado á su estatura, y una mesa, cuyos tablones, aunque no más anchos que las piezas de un entarimado fino, estaban ensamblados con tal exactitud que apenas si se distinguían las rayas divisorias.
De pronto saltaba impetuosamente, como un muelle que se despliega, como una serpiente que se yergue, y empezaba á bailar casi sin mover los pies, ondulando sus ágiles miembros... Y él sonreía con estúpido arrobamiento, tendiendo la diestra hacia un taburete árabe cargado de botellas. Freya cuidaba de la provisión de licores más aún que de los comestibles.
Palabra del Dia
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