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Don Pancho el tendero echaba sapos y culebras contra aquellos osados, y suplicaba al doctor Trevexo que los denunciara al jefe del partido al día siguiente. Don Higinio, como buen estanciero, vecino de campo y de ciudad, renegaba contra la juventud del día y la Universidad, madre engendradora de doctores inútiles y de muchachos pillos y botarates.

Piense que si él llegaba a sospechar los verdaderos motivos de su interés, si llegaba a sentir un día la menor duda, significaría esto el fin de nuestra tranquilidad, la vergüenza y la desesperación de su vida toda... ¡Ah! por eso yo le suplicaba a usted que no le viese de nuevo... Temblé a la idea de que podía el muchacho percatarse de esa desdichada semejanza y esto llevarle al descubrimiento de lo que no ha de saber jamás... Es necesario, entiéndalo usted bien, que siempre sea para usted un extraño... Es el castigo de nuestro pecado y es justo que tenga usted también su parte... Lo mejor que puede usted hacer es callar... y marcharse.

En vez de recoger el sueldo, como ella me suplicaba y como esperaba la señorita del balcon, la dos sueldos y proseguí mi marcha, aparentando que no habia comprendido. Ignoro qué impresion haria en mis espectadoras mi rebeldía caballeresca; pero ello es que yo caminaba tan ufano como si hubiera hecho una conquista.

No podía explicarse». Y suplicaba al Magistral que la entendiese. «Pues la noche anterior había pasado algo por el estilo, al ver a la pobre novicia, a Sor Inés, caer en brazos de don Juan... ya veía el Magistral qué situación tan poco religiosa... pues bien, ella de una en otra, al sentir lástima de aquella inocente enamorada... había llegado a pensar en Dios, a amar a Dios, a sentir a Dios muy cerca... ni más ni menos que el día en que regaló a un niño pobre un globo de colores. ¿Qué era aquello?

Confiaba a la acción, con una vehemencia de impulsivo, sus deseos y esperanzas, intentando apoderarse de la mujer, atraerla a él, suprimiendo con el contacto la frialdad que los separaba. ¡Doña Zol! suplicaba tendiendo sus manos. Pero ella, con un simple revés de su ágil diestra, apartó los brazos del torero.

El coronel contestó «que por Dios y todos los santos continuasen viviendo donde habían nacido, que él se lo suplicaba por bien de la misma finca, que sin ellas se vendría a tierra». Las solteronas, sin contestar ni transigir en lo del matrimonio, se quedaron en el palacio para que no se derrumbara. A don Carlos le dolió mucho que ni siquiera se le preguntase por su hija.

La exigencia de los pigmeos resultaba tan cómica, que ahogó en él todo intento de indignación. Pero volvió á fruncir el ceño cuando el profesor le pidió que se despojase de su chaqueta y sus pantalones, conservando únicamente la ropa interior. No me diga que no, gentleman suplicaba Flimnap juntando las manos . Siga mis consejos.

La enfermedad avanzaba rápidamente; Enriqueta estaba convencida de que iba a morir. Quería verle para implorar su perdón; así lo pedía, con tono de niña caprichosa y enferma que exige un juguete. Hasta el otro, el protector poderoso, dócil a pesar de su omnipotencia, le suplicaba al cura que llevase al hotel al marido de Enriqueta.

Creo que ya debemos volver a nuestros cuadros, por San Luis rey de Francia había exclamado Guy, metiéndose, sin más ni más, en el que le correspondía... Vamos, dejaos de chanzas, Guy... díjole Pablo. Pero el gascón se hacía el muerto, o, mejor dicho, se hacía el retrato, en la misma o semejante postura en que el Tintoretto lo pintara. Bajad de una vez... suplicaba Pablo.

Oye lo que con él nos pasó: entrósenos en casa a mediodía, cuando el embajador quería comer, y, llegándose a él, dijo ser un soldado natural de Córdoba, caballero principal della, y que tenía necesidad, y así le suplicaba se la favoreciese haciéndole merced.