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Actualizado: 6 de junio de 2025
Angustias se acercó a mí, medrosa. La sentía tiritar, con miedo del corazón. Déjeme usted escapar, huir suplicaba . ¿Cómo me atreveré a presentarme delante de él? Lo sabrá todo ya. Usté mismo se lo habrá contado. Me escupirá. Me arrojará lejos de sí, y con razón. Luego, el Tirabeque nos vendrá siguiendo; me matará a mí y le hará a él un chirlo en la cara. Ea, Angustias.
Esta cantidad debía encontrarse parte en dinero, en su casa, y el resto debía completarse con la venta de sus trajes, sus alhajas y sus muebles. Quevedo leyó conmovido este testamento, y sobre todo una cláusula en que Dorotea le constituía su albacea único y le suplicaba tomase en amor suyo, en memoria suya, la prenda que más quisiese de lo que dejaba.
Vale más que una herencia de muchas talegas de onzas de oro. Dímelo, hermano suplicaba Morales. Su amigo parecía sobresaltarse. No lo esperes. Únicamente se puede revelar el secreto el día de Viernes Santo. Si lo cuento otro día, perderé mi poder curativo hasta el Viernes Santo del año siguiente. Pero Morales empezó á importunar á su compañero con una tenacidad infantil durante semanas y semanas.
Se vistió deprisa, cogió papel que tenía el mismo olor que el del Magistral, pero más fuerte, y escribió a don Fermín una carta muy dulce con mano trémula, turbada, como si cometiera una felonía. Le engañaba; le decía que se sentía mal, que había tenido la jaqueca y le suplicaba que la dispensase; que ella le avisaría....
16 Llamé a mi siervo, y no respondió; de mi propia boca le suplicaba. 18 Aun los muchachos me menospreciaron; levantándome, hablaban contra mí. 19 Todos mis íntimos amigos me aborrecieron; y los que yo amaba, se tornaron contra mí. 20 Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos; y he escapado con la piel de mis dientes.
Cuando ésta le habló de sus proyectos de interesar al procurador de los agustinos, no protestó, ni se opuso, antes al contrario, se ofreció él mismo á hacerlo para evitar molestias á su madre á quien suplicaba se volviese cuanto antes á la provincia, si pudiese ser, aquel mismo día. Cabesang Andang le preguntó por qué.
Ella tenía conciencia; no quería cargar su vida con la execración de todo un pueblo. Le suplicaba a Rafael con calma; le rogaba que arrastrase valientemente la desgracia. Debía partir sola; después, más adelante ya vería; buscarían ocasión para verse; tal vez podría ser en Madrid, cuando abiertas las Cortes estuviera allá solo, ella cantaría en el Real gratuitamente si era preciso.
Le suplicaba que se cuidase, se lo pedía con voz de madre cariñosa que ruega al hijo de sus entrañas que tome una medicina.
Una podría resignarse, es cierto, resignarse a sufrir. Pero piensa por un momento que estando casada una se enamorara de otro. ¡Qué situación horrible! Bueno, Laura le suplicaba que en último caso la acompañara yo, los vigilara yo. Fue inútil, Zoraida le repetía que nuestra familia era muy desgraciada en el amor y que ella no tenía edad para enamorarse así.
Don Quijote, sin guardar términos ni horas, en aquel mismo punto se apartó a solas con el bachiller y el cura, y en breves razones les contó su vencimiento, y la obligación en que había quedado de no salir de su aldea en un año, la cual pensaba guardar al pie de la letra, sin traspasarla en un átomo, bien así como caballero andante, obligado por la puntualidad y orden de la andante caballería, y que tenía pensado de hacerse aquel año pastor, y entretenerse en la soledad de los campos, donde a rienda suelta podía dar vado a sus amorosos pensamientos, ejercitándose en el pastoral y virtuoso ejercicio; y que les suplicaba, si no tenían mucho que hacer y no estaban impedidos en negocios más importantes, quisiesen ser sus compañeros; que él compraría ovejas y ganado suficiente que les diese nombre de pastores; y que les hacía saber que lo más principal de aquel negocio estaba hecho, porque les tenía puestos los nombres, que les vendrían como de molde.
Palabra del Dia
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