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Actualizado: 16 de junio de 2025
Languideció la conversación entre Artegui y Lucía, y ambos se quedaron silenciosos y mustios, él con su acostumbrado aspecto de fatiga, ella sumida en profundo recogimiento, dominada por la melancolía del anochecer.
Había pasado todo el día sumida en profunda tristeza, llorando á ratos amargamente, haciendo, sin embargo, penosos esfuerzos por mostrarse serena á fin de no aumentar el dolor de la buena Felicia que estaba inconsolable. Lo que más contristaba á la zagala era que ésta perdiera aquella confianza maternal para tratarla y reprenderla.
Abundan en árboles gigantescos, cuyas copas se elevan hasta doscientos pies y más sobre el suelo, ligados entre sí por espesas y revueltas lianas, y debajo de ellos hay una espesísima vegetación de árboles de mediano y pequeño tamaño, que detienen absolutamente los rayos del sol y que dejan sumida en la oscuridad toda la parte baja del bosque cercana a la tierra.
Dada la reputación que Jacques disfrutaba, era notorio que la puerta de las grandes riquezas quedaba abierta para él, y, en ese caso, podía contar con una pingüe renta para lo sucesivo: quizás era ése el mayor atractivo para una muchacha criada en el lujo y ahora sumida en enojosas privaciones a que le tardaba poner fin.
Al volver de Madrid, en la tarde siguiente, pisando la nieve convertida en fango, encontró su vivienda en revolución. Venía alegre: había logrado reunir unas cuantas pesetas; pero olvidó su gozo al ver a la Teodora con otras gitanas en torno de Feli, que estaba en el lecho, sumida en el sopor de la crisis. Habíase repetido el ataque.
Allá voy... allá voy dijo con tono de superioridad, como si fuese a dispensar a su acompañante el mayor de los placeres. Llevándose una mano a la boca, se extrajo de golpe la dentadura, guardándola en la faja. Su rostro se llenó de arrugas en torno a la boca sumida, y comenzó a cantar las frases del sacerdote y las respuestas del ayudante.
Pues, le dirás que yo no pienso casarme nunca. ¿Nunca?... ¿Y es de veras? La miró Salvador, largamente, para decir: Hasta que tú te cases. Ella, enrojecida, no supo qué replicar. En la casa, sumida en raro silencio, se oyeron entonces pasos y rumores.
Pero el oficial comía con frecuencia fuera de casa; entonces la mesa redonda languidecía, quedaba sumida en un letargo triste y silencioso; se oía el ruido de los platos y el de las mandíbulas; el mayor del Consejo de Estado era el encargado de animar la escena, y lo hacía llamando la atención del Marqués, que comía abstraído, y dándole siempre la misma broma: el diplomático había prestado cinco duros a un tunante llamado Laguna, que vivía del juego y la estafa, y como es natural, no había vuelto a echarle la vista encima.
En Don Domingo de Don Blas se describe con mucha belleza la transformación repentina de un alma, sumida en el egoísmo, en noble y en magnánima. La Manganilla de Melilla ofrece cuadros y situaciones de mucho interés, propios sólo de poetas de imaginación muy creadora, aunque se echen de menos en el plan la razón y la sensatez, que tanto brillan en otras obras de este mismo poeta.
Palidecí tanto, que Blanca lo notó, por más que la alcoba estaba sumida en una media sombra. ¿Qué tienes, Reina? ¿Estás enferma? Un calambre murmuré con voz débil. Voy a buscar éter dijo, levantándose diligentemente. No, no proseguí, haciendo un violento esfuerzo para recuperar mi altivez que se desvanecía. Ya ha pasado, Blanca, ya ha pasado. ¿Sufres de eso a menudo, Reinita? No... algunas veces.
Palabra del Dia
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