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Actualizado: 16 de junio de 2025
Vi su rostro tostado y serio, en el que los sufrimientos de ese día habían labrado arrugas profundas y me quedé sumida en una muda contemplación. ¿Qué quieres? ¿Me traes noticias de Marta? ¡Sí, eso es, Marta! Me levanté vivamente. ¡Basta de debilidades! Había recuperado esa fuerza indomable que era mi orgullo. Escucha, Roberto dije, no te marcharás mañana por la mañana.
Siempre había permanecido soltero; tenía una lengua como un hacha, con la que destrozaba las reputaciones; y en su maligno rostro, en sus ojos vivarachos y algo bizcos, en su nariz aguileña y en su boca sumida y burlona se revelaba cierta diabólica y punzante travesura.
Ella se desprende de mis brazos y se deja caer en una silla. »Puesto que quieres saber me dice, fijando los ojos en el suelo, como sumida en una meditación sombría, me ha faltado el valor, he dudado de tu amor y creído que me harías sentir que no te llevaba más que mi pobreza. »Pero su mentira, como una llamarada, le enrojece la frente.
La nariz era aguda y aguileña, la nariz de todos los Febrer, valientes pájaros de presa de las soledades del mar; la boca desdeñosa y sumida; el mentón saliente y recubierto por la suave vegetación, rala y fina, de la barba y el bigote. «¡Ah, deliciosa miss Mary!» Cerca de un año había durado la alegre peregrinación por Europa.
Sumida como tantos otros seres en el fósforo eléctrico de que están penetrados todos, lo devuelve á su modo con una gracia personal. ¡Cuán sombría es la noche en el mar si no lo alumbra ese fósforo! ¡Qué vastas y temibles esas tinieblas! En tierra la sombra no es tan obscura; se reconoce uno á la variedad de los objetos que toca ó cuyas formas se presienten y que aparecen como una señal.
En la Plaza Nueva, en una rinconada sumida ya en la sombra está el palacio de los Ozores, de fachada ostentosa, recargada, sin elegancia, de sillares ennegrecidos, como los del Casino, por la humedad que trepa hasta el tejado por las paredes. Al llegar al portal Ana se detuvo; se estremeció como si sintiera frío.
Luego permaneció frente a ella inmóvil como una estatua, sumida en profunda meditación. Elena, sin levantar los ojos, sentía sin embargo su mirada, adivinaba los contrarios pensamientos que luchaban en su mente y su corazón latía dentro del pecho hasta dejarse oír.
Hemos visto en Cádiz al sol sumergiéndose en las aguas del Océano con una aureola de tinieblas; hemos visto á ese mismo Océano invadiendo silenciosamente la playa y retirando despues con una calma aterradora sus hinchadas olas; hemos visto esas olas, altas como montes, arrojándose heridas por la luz del rayo sobre los muros de la ciudad sumida en duelo: alli es donde la naturaleza se ostenta con toda la sublimidad de que pudo revestirla su autor al hacerla brotar llena de vida de entre la confusion y el caos, alli es donde se ensancha el corazon, alli es donde la imaginacion cruza el espacio y rasga el velo que oculta á nuestros ojos lo infinito.
Para llegar solamente a las Antillas, el mismo Colón sintió desmayar su voluntad en el primer viaje más de una vez, lo que no es raro, pues la fe más sólida flaquea al verse sumida en lo desconocido.
Entre el frío, la lluvia que, al ir a la Fábrica la acribillaba a alfilerazos en la piel o la bañaba con gruesos y anchos goterones que se deshacían aplastándose en su mantón, y la fatiga inherente a su estado, viose sumida en marasmo constante, que a veces iluminaba, a manera de relámpago que divide un cielo oscuro, aquella última y robusta esperanza en el advenimiento de la federal. ¡Cuán triste veía el cielo, y el aire, y todo en derredor!
Palabra del Dia
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