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Actualizado: 16 de junio de 2025


Sea lo que fuera, sus pensamientos se fueron volviendo tan absorbentes que dejó de tejer y su cabeza se inclinó suavemente sobre su pecho como si sus ojos se hubieran cerrado para mirar más profundamente dentro de misma. Mientras estaba sumida en sus meditaciones, un hombre atravesó el agujero de la cerca y penetró en el sendero. Se detuvo y lanzó una mirada casi indiferente al jardín.

Bueno, ahora partamos dijo Marta, tomando a su hija de la mano . Huyamos de esta casa de odiosa memoria. Nuestra alegría necesita aire, alegría, libertad, seguridad... Pero la condesa, que hasta ese instante había estado sumida en la desesperación, oyó estas últimas palabras con un pánico extremo.

En aquel momento se levantó del canapé la madre de Petrov, envuelta en un chal negro. Su cabecita cana temblaba; su rostro era tan pulcro en su senilidad como si se lavase diez veces al día cada arruguita. Llevaba largo rato en el canapé, sin dormir, sumida en sus tristes pensamientos.

Sonaba el fuerte herraje de los cierres, y la bestia se veía sumida en la obscuridad y el silencio, prisionera en un pequeño espacio donde sólo le era posible acostarse sobre sus patas.

Al contacto de las manos de Luis, pareció despertar aquella carne sumida en el sopor de la embriaguez. Se revolvió el cuerpo adorable, brillaron sus ojos un momento, pugnando por mantenerse abiertos, y algo murmuró la boca ardorosa junto al oído del señorito.

Maltrana veía con amarga conmiseración los ojillos pitañosos de la vieja, su boca sumida en una aureola de arrugas, moviéndose al hablar con gestos cabríos, las mejillas resinosas de suciedad, pulidas y brillantes, en las que el agua debía producir el doloroso efecto de un escopetazo. ¡Y de aquel ser procedía él! ¡Y aquella carne era su carne!...

Llegó V. á alucinarme hasta el extremo de anhelar yo perderme por salvar á V. ¡Aquél que fué delirio! ¿Pues no llegué á soñar con que, cayendo yo, iba á ganar su alma de V. y á sacarla de la impiedad en que estaba sumida? ¿Pues no me desvanecí hasta el punto de creer que, incurriendo con V. en el pecado, había de levantarle y traerle luego conmigo en la purificación y en la penitencia? ¿De qué artificios no se vale el demonio para envolvernos en sus redes?

«Cuando la acostaban, tocaba yo en el salón una melodía de Schubert. Ya estaba a punto de terminarla, cuando la señora Braun vino de su parte, a pedirme que siguiese. Por primera vez volvía Magdalena a oír música desde la terrible noche en que la música pudo costarle la vida. Accedí a su ruego, y cuando al terminar entré en su cuarto, la encontré sumida en una especie de arrobamiento. » ¡Oh!

Por grande que fuera la atención que pusiera en su trabajo, de cuando en cuando volvía la cabeza para dirigir una triste sonrisa a su aya, que, sentada junto a la pared y con los ojos entornados, parecía sumida en sombríos pensamientos. Un silencio completo reinaba en el cuarto; los rayos del sol oblicuos y su débil claridad anunciaban el declinar del día. Marta estaba triste e inquieta.

El globo T está iluminado en aquella de sus mitades ó hemisferios que se encuentra vuelto hacia la lámpara, representación del Sol. Esto es el día para todas las regiones de dicho hemisferio. La otra mitad, sumida en la sombra, se encuentra en la noche, y la falta de luz solar le permite ver las estrellas en la parte opuesta del cielo.

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