Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de junio de 2025
Su risa causaba espanto a las dos señoras, y últimamente no se le entendía una palabra de las muchas que de su boca soltaba atropelladamente, pronunciándolas de un modo primitivo, como los chiquillos que empiezan a hablar.
Soltaba sus palabras atropelladamente; inclinaba la cabeza, como si el chorro de su verbosidad tirase de ella. El liberalismo, señor de Maltrana, y todo eso del progreso y las revoluciones está condensado en pocas palabras; lo que yo digo: «matar, robar y no hacer daño a nadie...» Matan el alma, se la roban a Dios, y después dicen que no hacen ningún daño... ¡La libertad!
Tomaba asiento en el banco monacal. A poco, después de ofrecerme un tuxteco y de encender el suyo, se soltaba: ¿No ha venido Linares? ¿No ha venido el gran tartufo? ¿Qué dice el doctor? ¿No pasó por aquí esta mañana? ¡Tal para cual! El uno, hipocondriaco, quejándose todos los días de una nueva enfermedad; el otro, listo para recetar y sacar los pesos al don Cosme.
Amalia no le soltaba hasta que le veía ebrio, intoxicado por la violencia de sus caricias. Jacoba le esperaba en el corredor. Después de conducirle por éste y otros varios hasta la estancia donde se hallaba la escalerita excusada que iba a la biblioteca, le hizo seña de que aguardase y bajó sola para cerciorarse de que no había nadie en los pasillos.
Verás: soltaba una risa que a mí me ponía los pelos de punta, y decía muy callandito: «¡Qué guapo estás con tu cara blanca, con tu cara de hostia dentro del cerco de piedras finas!... ¡Oh, qué reguapo estás! No creas que te robo las piedras... Para nada las quiero... Me gustas... ¡te comería!
A veces se dibujaba en su rostro una levísima sonrisa burlona. Se enteraba de todo con interés, loaba los trabajos que se habían llevado a cabo, proponía otros nuevos. Y al ir y venir soltaba el brazo unas veces, otras lo tomaba, despertando en el alma del conde sensaciones diversas, pero todas vivas y anhelantes.
Quintín Porras, no le venía mal el apellido poseía el don de penetrar con la mirada en lo más hondo de la conciencia ajena. Caía en ella como el buzo en el mar, como buzo que se sumerge hasta apoderarse de la concha. La asía, no la soltaba, y salía luego a flote, pregonando su victoria. Sin pararse en pelillos descubría el secreto sorprendido, haciendo de él fisga y chacota.
Pero observé al cabo de pocos días que, aunque tomaba y soltaba con indiferencia distintos trozos de ópera y zarzuela deshaciéndolos y pulverizándolos entre resoplidos y gruñidos, el pasaje que con más ardor acometía y más a menudo, era uno de Los Puritanos; me parece que pertenecía al aria de barítono en el primer acto.
No señor, no pienso hacerme monja; prefiero ser pecadora y cuidar de mi pobre amiga. Juanito tenía en los labios una pregunta audaz. ¿Qué hacía? ¿La soltaba...? Tembló; pero vacilando, diola curso, al fin, con voz de agonizante. ¿Y no piensa usted casarse? Tónica contestó con una carcajada. ¡Casarme yo...! ¿Y quién ha de ser el valiente?
El alférez soltaba una carcajada. Otra carcajada de Juan Montiño contestaba á la del alférez. Los aporreados blasfemaban y apretaban los puños. Pero Juan Montiño los había acorralado en un rincón, y dominados ya, les sacudía que era una compasión. Aquello había pasado á ser una burla feroz. Era el desprecio mayor que podía hacerse de dos hombres.
Palabra del Dia
Otros Mirando