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Actualizado: 19 de junio de 2025
Insinuándosele éste con un discreto tirón de la levita, le llevó hasta el pasillo más obscuro, y allí le dijo muy callandito: ¡Animo, amigo mío! La cosa marcha bien. ¡Firme con ellos, y cuidado con dejarse seducir por esa patulea de hambrientos! Su título de usted está firmado ya, y el empréstito cubierto, a juzgar por las últimas noticas transmitidas al Gobierno.
Verás: soltaba una risa que a mí me ponía los pelos de punta, y decía muy callandito: «¡Qué guapo estás con tu cara blanca, con tu cara de hostia dentro del cerco de piedras finas!... ¡Oh, qué reguapo estás! No creas que te robo las piedras... Para nada las quiero... Me gustas... ¡te comería!
En seguidita me voy a mi cuarto y hago con él una pajarita preciosa... Ninguna me ha salido tan bien... El papel era gruesecito, ¿sabes?... Tenía el piquito levantado, que apetecía comérsela... Voy muy callandito a su alcoba y se la coloco sobre la mesa de noche. Al día siguiente le encontré con un hocico de media vara, que aún dura, y a mamá lo mismo... pero no me han dicho palabra.
Luego, pareciéndome de perlas el incidente de la chimenea, hice que Alejo mudara á la casa de enfrente, y que una noche se deslizara muy callandito por el interior del ennegrecido tubo, apareciéndose á la dama cuando ésta se percataba menos.
Cuatro años han pasado muy callandito sobre la vida de Carmen. Sólo ella sabe que aquel montón de horas está todo mojado de lágrimas, que no ha reído en su vida ninguna de aquellas cuatro primaveras con el alborozo de las ilusiones, ni ha cantado en su pecho ninguno de aquellos estíos la enardecida estrofa de la juventud.
Pero yo, que veía las cosas de otra manera, me estuve callandito hasta que una columna francesa vino a colocarse delante de mí en tal disposición, que mis disparos podían enfilarla de un extremo a otro. Los franceses forman la línea con gran perfección.
La miró Julio, pasmado en medio de un quejido, y bajando los ojos, desde los serenos de la niña hasta la limosna refrigerante del agua, bebió ansioso y dejó de quejarse. Carmen, llena de misericordia, se sentó callandito cerca de la cama, y allí se estuvo con las manos cruzadas sobre el regazo, con una blanda actitud de meditación y de tristeza....
Asunción le esperaba... levantose callandito de su cama y se vistió. Yo desperté también... Asunción se llega a mi cama cuando iba a partir, y besándome, en voz muy bajita me dijo: «Inés de mi corazón, adiós, me voy de esta casa». Yo salté de mi cama, quise detenerla, pero la pícara lo tenía todo muy bien dispuesto y salió con gran ligereza.
Hacia la media noche de mañana, cuando ya no quede señal de hombre en la cocina ni chispa de rescoldo en el hogar y duerman todos en la casa, llegaremos al portón de la calleja. Sin más que oírle, te llegas callandito al estragal y me abres la puerta, con tal finura y cuidado, que ni las mismas bisagras se enteren de ello. Lo demás corre de nuestra cuenta.
Contó callandito el aficionado a vírgenes las que alcanzaba a ver, y preguntole en seguida al artista cuánto valía el cuadro conforme al contrato. Respondiole aquel, que claro estaba: que once mil ducados. ¿Cómo puede ser eso? le repuso el que había de pagar, si aquí no cuento yo arriba de cien cabezas.
Palabra del Dia
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