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Complícase más la acción con las persecuciones amorosas, que sufre la bella sirvienta, de otros muchos huéspedes de la posada, y, por último, viene el antiguo amante de la pretendida hermana de Florencio, que intenta suplantar á su rival. Lisena se da trazas de hacer creer á todos que les ayudará poderosamente á realizar sus deseos.

Vicenta, la vieja criada del tío, fue quien abrió la reja que obstruía la escalera. Juanito era el único pariente del señor a quien toleraba la vieja sirvienta. Le saludó con una sonrisa de su boca obscura y desdentada, y como de costumbre, no preguntó por su mamá ni sus hermanas. Aborrecía a aquellos parientes del amo, sabiendo la poca estima en que éste los tenía.

Durante un instante el silencio reinó en la casa; en torno mío el vapor silbaba, las cacerolas cantaban, la sirvienta hacía gran ruido al limpiar los cuchillos, pero de repente se oyó, dominando todo ese ruido, un grito breve y estridente que no podía provenir más que de Marta. Temblorosa agucé el oído, y en el mismo instante papá se precipitó en la cocina gritando: ¡Agua!

En el almohadón hay manchas que parecen de sangre. Jordán se acercó rápidamente y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchas de sangre. Parecen picaduras murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación. Levántelo a la luz le dijo Jordán.

Marta unió las manos y dijo con voz suplicante, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas: ¡Ah, señora! comprendo vuestra justa cólera, pero dejadme explicaros cómo sucedió esa desgracia. Quizá veais en mis palabras una razón para no ser inexorable con vuestra pobre e inocente sirvienta... No os andéis con tantas vueltas, os digo. Yo llevé con vuestro permiso a la señorita a casa del guarda.

Por mi parte, y «para ir tirando de la conversación» tuve que suministrar, a instancias del Cura y de don Pedro Nolasco, cuatro vaguedades sobre «esos mundos de Dios», por los que tanto había rodado, al decir de los mismos señores; y menos interesado ya que al principio en lo que allí se trataba, y pudiendo llevar mi atención a otros términos del cuadro, observé, entre otras cosas, que Tona y Chisco no tomaban parte en ello más que con los ojos y alguna que otra exclamación o risotada, y que la tal sirvienta, por su cara y por su talle, de pies a cabeza, en fin, era lo que se llamaba una buena moza.

Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dió un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán. Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón. Señor llamó a Jordán en voz baja.

Os confesaré que me asusto porque sólo soy una sirvienta. ¡Una sirvienta! Pero si tenéis la belleza, los ojos de una reina. Desde la primera vez que os vi, Marta, me impresionaron los encantos de vuestra persona, de vuestro lenguaje, de vuestra seductora sonrisa... No tembléis así, amiga mía; mis intenciones son puras y honradas. Ya que en materia de pudor sois muy severa y hasta muy hosca.

Pedro se retiró, encargando a una sirvienta que encontró en la escalera previniese a la señorita Beatriz de que la señora la necesitaba; en seguida bajó algunos escalones, llamando al departamento de Fabrice. Era este departamento un piso bajo, o mejor dicho, una especie de entresuelo cuyas puertas se abrían sobre los antiguos fosos del castillo, ahora convertidos en jardines.