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Actualizado: 20 de mayo de 2025


De día, mientras descansaba el enfermo, preparaba ella el puchero y ayudaba a la sirvienta, con sus manos finas y pálidas de artista, a mondar las legumbres. Luego corría con sus hijos a la abrupta costa de Miramar, cubierta de arboleda, donde Raimundo Lulio estableció su escuela de estudios orientales. Sólo al llegar la noche comenzaba su verdadera existencia.

Don Felipe, que según se trasluce, estaba ya en vida de su mujer enredado con la sirvienta, se casa con ella no bien enviuda. Lance es éste naturalísimo, vulgar y verosímil. Lo que es raro, por dicha, es la maldad completa de todo individuo.

Como la pequeña Elena estaba casi muerta, partió al día siguiente con una sirvienta y la niña. Pero en casa de la campesina, ya encontré el sitio ocupado por otra criatura. ¡La hija del oficial de húsares! suspiró Marta con voz casi ininteligible. , de su viuda, porque al día siguiente, supe que su padre había muerto.

Dos minutos después, subiendo al carruaje, interrogó ansiosamente a la sirvienta de las Aliaga. Esta la informó. Laura estaba en cama, muy enferma, y los médicos no lograban ponerse de acuerdo en las consultas; sin embargo, la fiebre, desde el día anterior, sin que nadie lo esperase, había cedido.

Me he explicado la melancolía constante y profunda de mi madre; me explico también su disgusto por la sociedad, y aquel vestido simple y uniforme objeto ya de las burlas, ya de los enojos de mi padre: Pareces una sirvienta le decía. Yo no podía dejar de ver que nuestra vida de familia era algunas veces alterada por querellas de carácter más serio, pero jamás fuí testigo inmediato de ellas.

Recuerdo que allá en mi niñez y en mi lugar y casa, había una sirvienta llamada Frasquita. Era natural de Torbiscón o de Cártama, porque de esto no estoy muy seguro, aunque por dicha importa poco. Frasquita era linda y graciosa, aunque pasaba ya de treinta años y había tenido mil desilusiones y pesares.

LA SIRVIENTA. Es lo de siempre... El general, que está colgado del teléfono... Pregunta por cuarta vez si volviste a casa... El pobrecito pierde la paciencia. ¿Qué se contesta...? LEONIE. ¡Que ya voy...! ¡Maldito rufián...! LA SIRVIENTA. ¿Se marchó tu ahijado...? ¿Y sin tomar nada...? LEONIE. ¡No! ¡Figúrate...! ¡Es una aventura extraordinaria! ¿Conoces la historia de Thais?

Antes se contenían aún por la común falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear. Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca.

Usted recordará que supe en la vía San Cristófano que el señor Malandrini usaba anteojos con arcos de oro. ¿No será, acaso probable, que los use en Florencia para ocultar el defecto que tiene en la vista? ¡Yo también creo lo mismo! respondí. ¡Me parece que ha adivinado! Pero, por otro lado, ni su sirvienta ni sus vecinos sospechan que sea extranjero.

Una vieja sirvienta abrió la puerta, y preguntó mirando al aya con ojos escrutadores: ¡Ah! es para un testamento. ¿No es eso? Entrad, el notario todavía duerme; voy a despertarlo. Marta le dijo al entrar: Buena mujer, os equivocáis; deseo hablar al joven señor Bergams. ¿Tan temprano? Y en seguida.

Palabra del Dia

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