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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Pero no quiero atormentarme en exceso, ni tratar de prever los acontecimientos: es preciso que haga lo mejor que pueda en el presente. Al asaltarla este último pensamiento, Nancy se despertó de su meditación y volvió la mirada hacia la página abandonada durante mucho más tiempo del que imaginaba; porque muy luego la sorprendió la entrada de la sirvienta que llevaba el té.
El recuerdo de su tierna novia, pura y riente en la cama de que se había destendido una punta para él, encendía la promesa de una voluptuosidad íntegra, a la que no había robado ni el más pequeño diamante. A la noche siguiente, al llegar a lo de Arrizabalaga, Nébel halló el zaguán oscuro. Después de largo rato, la sirvienta entreabrió la vidriera: No están las señoras.
La inutilidad de sus esfuerzos le llenaba de una inquietud inexplicable. Quizá Marta estuviera enferma, quizá las sacudidas de la víspera habían perturbado violentamente su sistema nervioso. Al asaltarle esta idea, corrió tras la sirvienta y le dijo: Ve a ver a la señora, y pídele las llaves de las piezas del aya. Las necesito en seguida, iré a buscarlas yo mismo.
Su hija también acogía con afecto al señorito, tuteándolo como en los tiempos de su infancia, y riendo todas sus gracias. Era el amo de Rafael, y algún día sería ella su sirvienta en aquel cortijo, que veía a todas horas con la imaginación, como el nido de su felicidad. De la juerga escandalosa que tanto la había indignado contra el aperador, apenas si se acordaba.
Juanita no fue nunca a la miga, pero su madre le enseñó a coser y a bordar primorosamente; y el maestro de escuela, que le tomó mucho cariño, la enseñó a leer y a escribir gratis en sus ratos de ocio. Desde que tuvo nueve años, Juanita fue de grande auxilio a su madre, que hasta mucho más tarde no se dio el lujo de tener una sirvienta.
¡Oh! no tengo tanto empeño en ir sola replicó tratando de convencerme. Lo que yo objeto es la necedad de quererme impedir que viaje sola como cualquiera otra joven lo hace. Si una doncella tiene la libertad de hacer sola un viaje por ferrocarril, ¿por qué no puedo yo hacerlo también? Porque usted tiene que respetar las conveniencias de sociedad, y una sirvienta no necesita eso.
No cambió su expresión a la vista de Adriana, ni pareció sorprenderle la presencia de Julio. Laura le saludó gentilmente y con un gesto le indicó que se acercara. Pero él, rígido en el umbral de la puerta, parecía querer pronunciar una frase, sin conseguirlo. Laura le observaba ahora con una curiosidad infantil. ¿Podría la sirvienta dijo Muñoz al fin acompañarla a su casa?
De todas maneras, pasaré a ver... ¿Quiere esperar el señor en el salón? La sirvienta introduce a Cirilo en una amplia estancia, parecida a un salón de médico; ni siquiera falta en ella la obligatoria mesa de incrustaciones. Moblaje estrafalario, comprado pieza por pieza en el Hotel de Ventas.
Como usted disponga, don Melchor; pero quién sabe si a la señora le gusta que esté aquí... ¡Que no! Si Ramona es una mujer limpia. Ya empieza a darte trabajo esa mujer dijo Lorenzo. ¡Ninguno! replicó Melchor. Nosotros si que vamos a darle trabajo: la haremos nuestra sirvienta, y nos tenderá las camas mejor que José, para lo que no se necesita mucho.
Mientras vacilaba entre el pudor y la necesidad, la vieja sirvienta, aterrada, al parecer, por la mirada hambrienta que fijé sobre ella, cortó la cuestión, cerrando bruscamente la puerta. Entonces, tomé mi partido, resolviéndome á ayunar hasta el día siguiente.
Palabra del Dia
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