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Actualizado: 20 de junio de 2025
Aquellas señoras se levantaron al fin, y mi tía con ellas, diciendo a la sirvienta que me cuidaba, que me tuviera listo para el día siguiente en que ella vendría a buscarme temprano. En efecto, al día siguiente del entierro de mi padre volvió mi tía Medea a buscarme.
Con la cabeza montada por la bulla carnavalesca y por la perspectiva del baile, se hizo vestir rápidamente por Graciana, esperó impacientemente a la madre que tardaba ya algo en venir, se acercó al lecho de su marido, se despidió de él con urgencia y salió precipitadamente sin siquiera acordarse de su hijita a quien dejaba en poder de una sirvienta. El baile la atraía irresistiblemente.
Después de una sesión de tres horas en casa de la modista, mi prima, que es muy devota, se fue a confesar; mientras yo acompañada de la sirvienta hice algunas compras. Mi tío habíame dado dinero para que lo gastara en cosas útiles y prácticas; pero ¿querréis creer que no sé darme cuenta de lo útil ni de lo práctico?
Se le oía pasear en el vestíbulo. Ha sospechado que estás aquí, dijo Zoraida, pero es de todos modos un atrevimiento. Y dirigiéndose a la sirvienta: Dile que no estamos para nadie, que hay enfermos. Adriana se hincó de rodillas y escondió el semblante entre las ropas de la cama. ¡Ahora lo sabremos todo! dijo Laura con resolución.
Con aquel triste desenlace de todo el día, los inseguros diques que habían mantenido a la pobre sirvienta devorando en silencio las hieles de su pesadumbre, se derrumbaron de golpe, y salieron en torrentes las lágrimas y los gemidos.
Pero sobrevino un episodio extraordinario que impidió la realización del acto religioso. Apenas Adriana quedó sola, después de rechazar a Muñoz, entró en su cuarto Lola, para anunciarle con mucho misterio que abajo, en la puerta de calle, estaba la sirvienta de las Aliaga. Ella palideció. ¿Está sola? Sí, ha venido en un carruaje. Dice que trae un mensaje de la niña Laura.
Vamos, quedad tranquila, haré lo que deseáis. ¿La condesa no irá a ver a la señorita? Hasta dentro de tres días. ¡Oh, gracias, gracias! Mathys se levantó y salió del cuarto. En la puerta se detuvo y le dijo a la sirvienta que lo había seguido: Quedaos en paz, Marta; así que estéis más tranquila, escribid las cartas para pedir vuestros papeles. Ya sabéis lo que necesitáis; os lo he dicho ya.
Aquella mañana pasó por dos veces junto a Rafael, seguida de una vieja sirvienta, con toda la gravedad de una huérfana que tiene que ocuparse del gobierno de su casa y hacer las veces de señora mayor. Apenas si le miró. La mansa sonrisa de futura sierva con que le saludaba otras veces había desaparecido. Estaba pálida y apretaba los labios descoloridos.
Una noche, Carlini me trajo la carta para que la viera, pues había conseguido que la vieja sirvienta se la diera, mediante un prudente soborno de veinte francos. En mi pieza pusimos a calentar una pava, con el vapor despegamos el sobre y sacamos la hoja de papel que había dentro. Era de Blair.
Si le quitáis vuestra generosa protección no tendrá ningún recurso de vida, y quizá se vea reducida a ser sirvienta en una casa humilde. ¡Una mujer de nacimiento tan distinguido, y tan bien educada! ¿Puedo confiar en vuestra bondad, señor?
Palabra del Dia
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