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Actualizado: 6 de julio de 2025
Con la cabeza montada por la bulla carnavalesca y por la perspectiva del baile, se hizo vestir rápidamente por Graciana, esperó impacientemente a la madre que tardaba ya algo en venir, se acercó al lecho de su marido, se despidió de él con urgencia y salió precipitadamente sin siquiera acordarse de su hijita a quien dejaba en poder de una sirvienta. El baile la atraía irresistiblemente.
Sí, tengo que terminar aún algunos preparativos y que arreglar algunos negocios. ¿Dónde nos veremos mañana? Á las tres, en casa de la señora de Freneuse. Quiero tratar de verla y cuento con usted para que me reciba. Hasta mañana, pues. El sombrío hotel de la calle de Petits-Champs pareció despertar de su lúgubre silencio cuando el timbre de la puerta resonó, impacientemente movido por Tragomer.
Sonaban los pitos; el vocerío era grande en torno de los ojos inflamados de los coches, y el público esperaba impacientemente el momento de emprender el viaje, entonando canciones a coro, en las cuales, sobre las voces aguardentosas, destacábanse otras jóvenes, claras, argentinas.
El mismo Schiller lo descubre con admirable claridad en otra de sus cartas: «La misión del poeta épico es hacer que aparezca toda entera la íntima verdad del asunto: no pinta más que la existencia tranquila de las cosas y el efecto que naturalmente producen: hé aquí por qué, en vez de correr impacientemente hacia el término de la narración, nos place detenernos á cada instante con él». Dejemos, pues, al novelista la libertad de pararse donde lo tenga á bien, como el poeta épico: si siente amor á la claridad y á la medida, clara y armónica será su obra, aunque se distraiga á menudo.
La señora de Villanera servía, sin saberlo, este secreto deseo de Germana, reteniendo a su lado a la señora de Vitré, con la que cada día se sentía más identificada. Don Diego no había llegado aún a ese punto en que un amante soporta impacientemente la compañía de los extraños; su cariño por Germana era aún desinteresado.
El público no se atrevía a hablar ni a respirar siquiera, pero en sus ojos brillaba la admiración. ¡Qué mozo! ¡Se iba a los mismísimos cuernos!... Golpeó impacientemente la arena con un pie, incitando a la fiera para que acometiese, y la masa enorme de carne, con sus agudas defensas, cayó mugiente sobre él.
Adelantóse con mesurado paso y saludando profundamente, dijo: Mi poderoso é ilustre señor, Carlos, rey de Navarra, conde de Evreux y de Champaña y señor del Bearn, me ordena saludar fraternalmente á su muy amado primo Eduardo, príncipe de Gales, duque de Aquitania, lugarteniente.... ¡Basta ya, Don Martín! interrumpió impacientemente el príncipe.
Los criados de la casa, a quienes impacientemente preguntaba por Inés, no sabían o no querían darme noticia alguna. Pero un día, precisamente el 1.º de julio, cambió repentinamente la situación de mi espíritu. Atiendan ustedes, que esto es de suma importancia. Por fin, tras larga espera, llegó el ejército del general Castaños, y al anochecer debía partir para el Carpio.
»Mientras tanto, mi madre contaba impacientemente las horas sin recibir ninguna noticia consoladora y abandonándose a toda la amargura de sus temores, menos terribles que la verdad, cuando un tumulto confuso que subía de la calle, el redoble de un tambor periódicamente interrumpido, y el rumor sordo de los pasos de un piquete... Perdone usted, señor Gastón, que llore delante de usted, me costaría demasiado contener mi dolor... La pobre escucha con ansiedad, corre, baja velozmente la escalera, atraviesa la plaza, empuja a la multitud, llega al destacamento, mira, lanza un grito y cae.
Por último, tocaron a las ocho de la mañana en las primeras casas de los arrabales de... Los habitantes de la capital habían tenido noticia del repentino golpe que su gobernador militar había dado a los carlistas de Nieva, y una gran muchedumbre, reunida en las calles, esperaba impacientemente para ver desfilar a los presos.
Palabra del Dia
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