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Actualizado: 10 de mayo de 2025


¡Ay! exclamó de pronto Francisca levantando al techo unos ojos desesperados; qué fastidioso es pasar la vida con solteronas... Veo que sigues con tan poco gusto por ese glorioso estado dijo Genoveva con compasión. Tengo tanto horror al celibato respondió Francisca, que me siento con malas disposiciones hacia las solteras... Soy capaz de todas las bajezas por atrapar un marido...

Ni él te ama tampoco. Pero ¿te amará nadie nunca ni amarás a nadie si sigues así? ¿Cómo ha de acudir a ti el amor si le oseas cual si fuese pájaro de mal agüero? Inesita casi se sintió vencida. Su hermana siguió haciendo tan sabias y profundas reflexiones, que la chica vino a alucinarse y a imaginar que el coqueteo, dentro de ciertos límites, era un deber, al que estaba faltando.

La fresca brisa de la tarde baña su rostro. Vuelven los ojos á tierra y su gozo aumenta viendo á Cádiz surgir de las aguas con su ceñidor de espumas, con su crestería que los rayos del sol doran como la corona gigantesca del dios de los mares. En aquel momento, Soledad preguntó á Uceda en voz baja: ¿Sigues en tu idea de marcharte á Sevilla? . Yo también me voy.

Su padre, en efecto, a quien había disgustado profundamente el año que perdía Nébel tras un amorío de carnaval, debía apuntar las íes con terrible vigor. A fines de Agosto, habló un día definitivamente a su hijo: Me han dicho que sigues tus visitas a lo de Arrizabalaga. ¿Es cierto? Porque no te dignas decirme una palabra.

Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos.

Pero hombre, ¿sigues todavía con la manía de dejarte esas barbas disparatadas? manifestó Reynoso, un poco amostazado por el susto que había recibido su esposa. Sin duda creía que la traza terrorífica de su amigo dependía exclusivamente de la barba. Era un error.

Sigues como antes. No ves más que la sopa en el plato manifestó el tío sonriendo con lástima. El café de la Marina hervía ya de gente. El rumor de las conversaciones y disputas, el campaneo de las copas, el choque de las fichas de dominó contra el mármol de las mesas, formaba un ruido ensordecedor.

Palabra del Dia

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