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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Ella se detuvo cerca del abandonado monumento. Hasta aquí nada más ordenó . Usted seguirá su camino. Yo voy á la parte alta de Chiaia... Pero antes de separarnos como buenos amigos, me va á dar su palabra de no seguirme, de no importunarme con sus pretensiones amorosas, de no mezclarse más en mi vida. Ulises no contestó. Bajaba la cabeza con un desaliento real.

Está la noche muy obscura dijo la dama cubriéndose de nuevo. ¿Y no tendréis compasión de ...? Escuchadme y servidme. Os serviré. Desde aquí voy á seguir sola. ¡Sola! . Allí, junto aquella puerta, hay un hombre parado. Es necesario que ese hombre no pueda seguirme. No os seguirá. Evitad matarle, si podéis. Con que le entretengáis un breve espacio estaré en salvo.

Pero abreviemos, estoy en ascuas... quiero verme fuera de aquí cuanto antes. ¿Te negarás ahora á seguirme? No, no, señor... pero no tengo manto... me he dejado arriba en mi aposento, en mi cofre las joyas que vuecencia me dió... Nos espera una silla de manos muy cerca... en cuanto á las joyas no importa... vamos. ¡Ah, señor...! ¡voy á seguiros...! ¡no lo que me sucede! ¡pero no me perdáis...!

¡Y esa mujer, que es querida del duque de Lerma, está celosa de una dama que es la favorita de la reina! La reina importa ya poco... tal vez á estas horas... pero conviene, á pesar de esto, que esa muchacha siga enloqueciendo á Lerma; ella quería hacer un disparate, pero yo la he prometido que la vengaría si ella me ayudaba, y ha consentido en seguirme.

Don Pedro Alejandro Paterno estuvo várias veces en Biak-na-bató á proponer la paz, que después de cinco meses y largas deliberaciones, quedó concertada y firmada en 14 de Diciembre de dicho año 1897, bajo las bases siguientes: 1.a Que era yo libre de vivir en el extrangero con los compañeros que quisieran seguirme, y habiendo fijado la residencia en Hong kong, en cuyo punto debería hacerse la entrega de los 800,000 pesos de indemnización, en tres plazos: 400,000 á la recepción de todas las armas que había en Biak-na-bató 200,000 cuando llegáran á 800 las armas rendidas y los últimos 200,000 pesos al completarse á 1,000 el número total de las mismas y después de cantado el Te Deum en la Catedral de Manila, en acción de gracias.

Dia 31. Luego que amaneció me puse en marcha, y un poco antes de llegar á la ciudad, me salió á encontrar el Sr. Corregidor, acompañado de los reformados y demas nobleza del pueblo, tomando cada uno su respectivo lugar. Continuamos la marcha, entrando en la ciudad entre el inmenso gentío de todas clases, que con sus incesantes víctores y aclamaciones de Viva el Rey, y continuo disparar de fuegos artificiales, daban bien á entender su júbilo y alegria por el castigo de su comun enemigo: dando el último realce á esta general aclamacion el general repique de las campanas de todas las iglesias y conventos, y el no interrumpido estruendo de la artillería y fusilería; viéndome precisado á dar vuelta á la ciudad en esta conformidad, para contentar á un pueblo que acaba de seguirme con tanto honor en la campaña. De este modo entré en la Plaza mayor, en cuyo Ayuntamiento me esperaba y recibió su Cabildo, dándonos mutuos parabienes de la parte que cada uno habia tenido en el buen éxito de la expedicion. Concluidas estas precisas ceremonias, y entregadas en su almacen las armas, pertrechos, y municiones, y desfiladas las compañías, me retiré

Los mozos me habían conducido a la mejor fonda, a la de Las Armas de España; y al entrar en el lujoso aposento que se me destinó, el primer objeto con que tropezó mi vista fue un retrato ricamente adornado. Juzguen ustedes de mi sorpresa: el retrato era de la desconocida viajera, de la compañera de Carlos, cuyo recuerdo y cuyas facciones parecían seguirme por todas partes.

Y si tanta prisa tenéis, yo me voy a la sopa de San Jerónimo, adonde hay aquellos frailes de leche como capones, y allí haré el buche. Si vos queréis seguirme, venid, y si no, cada uno a sus aventuras. -Adiós -dije yo-, que no son tan cortas mis faltas que se hayan de suplir con sobras de otros. Cada uno eche por su calle.

», el Rey está enfermo, y te llama... tiene necesidad de tu ciencia. Su vida, que habías salvado, está nuevamente en peligro, y olvidas por una mujer tus juramentos, tus bienhechores. »¡Pero esta mujer lo es todo para : es mi alma, es mi vida! »Te compadezco, Carlos; pero no transijo con el deber: vengo a buscarte y tendrás que seguirme. »No puedo abandonar a Juanita. »Me seguirás, te digo.

Al cabo de un instante salió y dijo: ¿Quieren ustedes seguirme? Las personas que esperaban en las banquetas, hacía mucho tiempo sin duda y acaso con poca esperanza, produjeron un murmullo de protesta contra aquella preferencia otorgada ante su vista. ¡Siempre pasa lo mismo!

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