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¡Da! me dijo, señalándome una casita oculta bajo las acacias, y que me pareció muy silenciosa y retirada para ser una Embajada. En un ángulo de la pared brillaban junto a una puerta tres botones de cobre superpuestos. Tiro de uno al azar, ábrese la puerta y entro en un vestíbulo elegante y cómodo, con flores y alfombras por doquier.

¿Pero usted es el marido de doña Blanca? le dijo al fin, como expresando cierta vacilación. Vamos a ver, ¿cuál de los dos será?... le contestó mi tío señalándome y señalándose. Será ese mozo replicó la mujer, y como yo le dijera que no, permaneció sonriendo, con la desconfianza propia de una persona a quien la quieren hacer víctima de una broma.

La marquesa examinome de pies a cabeza, y luego, señalándome impertinentemente con la muleta que sus doloridas piernas le obligaban a usar, preguntó: ¿Usted?... ¿Y usted quién es? Es el Sr. de Araceli dijo Ostolaza con sonsonete desdeñoso. Ya... ya conozco a este caballero dijo la de Leiva con malicia . ¿Sigue usted al servicio de mi sobrina? Me honro en ello.

Señalándome aquel lugar, me dijo Pardo se le conocía con el nombre del camarín de Alaminos. Le interrogué sobre este particular y me contó que allí se había elevado un precioso kiosco de caña y flores en la visita de aquel general, al cual, según el testimonio de mi amigo, esperaban en aquel sitio más de 400 dalagas á caballo adornadas con sus mejores galas y escoltadas por unos 4.000 jinetes.

Hace como un mes que me hallaba sentado en la silenciosa y pequeña celda que tan hábilmente oculta la vasta riqueza de la cual soy hoy el único dueño y que me ha colocado entre los millonarios de Inglaterra, relatándole a fray Antonio los detalles de la trágica historia de Mabel y cuán cruelmente había sido víctima de tanta infamia, y al hacerlo, di rienda suelta a mis pensamientos, expresándome con franqueza sobre la acción cobarde del hombre que se había hundido en las profundidades del río subterráneo; pero el bondadoso monje, de rostro curtido y arrugado, levantó su mano, y, señalándome el gran crucifijo que había colgado en la pared me dijo con su voz tranquila: No, no, señor Greenwood.

Sacado éste al fin, después de quitado el estorbo de los cuatro listones, y vencida la dificultad, no pequeña, de correr los pasadores oxidados, apareció un bulto negro en las entrañas de la pared. Jala de eso pa-cá, arrastrándolo me dijo mi tío señalándome el bulto con la mano por encima de mis hombros medio embutidos en la alacena.

Viendo que permanecía quieto, añadió: ¿No sabe usted a su casa? Venga entonces conmigo. Me condujo al través de algunas galerías hasta la entrada de un jardín, y señalándome con la mano una casita que había en el fondo de él, me dijo: Allí es. Llame usted fuerte, porque la criada es sorda. Le di las gracias, pero ya no me escuchaba.

Fue aquélla una guerra terrible, que duró semanas y meses... Y la vieja... allí... dijo señalándome, con sonrisa extraña ; la Margarita del clan de los Kilberix, esa vieja de nariz ganchuda, dentro de las estacadas, en medio de sus perros y de sus guerreros, se defendió como una loba; pero al cabo de cinco lunas vino el hambre..., las puertas de las estacadas se abrieron para huir, y nosotros, emboscados en el arroyo, lo exterminamos todo..., todo..., menos los niños y las jóvenes hermosas.

No, me contestó con la mayor naturalidad nace allí, dijo señalándome las alturas del Balete, y se llama el pájaro del sol. La modesta cruz puesta sobre la tumba de Hasay, y los gorjeos del pájaro del sol, son una página que claramente dice, que las mujeres en Filipinas aman, y los pájaros cantan. Ya escrita la última cuartilla de esta histórica leyenda, recibo el correo de Europa.

Sin contestarme, colocó sobre la mesa una pequeña y lisa cigarrera de plata, que en un ángulo de la tapa tenía las iniciales B. B., monograma que se veía grabado en toda la vajilla de Blair, en sus carruajes, arneses y demás objetos propios. Vea lo que hay dentro de ella exclamó, señalándome la caja que tenía por delante, y sonriendo dulcemente con profunda satisfacción.