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10 y en la vid tres sarmientos; y ella como que florecía, salía su renuevo, maduraron sus racimos de uvas; 12 Y le dijo José: Esta es su declaración: Los tres sarmientos son tres días; 14 Por tanto te acordarás de dentro de ti cuando tuvieres bien, y te ruego que hagas conmigo misericordia, que hagas mención de al Faraón, y me saques de esta casa;

Si no retribuían mejor al bracero, era porque el producto del cortijo no daba para más. ¿Podían compararse el trigo, la cebada y la ganadería con aquellas viñas famosas en el mundo, que arrojaban el oro a borbotones por sus sarmientos, y en ciertos años daban a sus amos una ganancia más fácil que si saliesen a robar a las carreteras?... Cuando se gozaba de tal fortuna había que ser generosos, dar una pequeña parle de bienestar a los que les sostenían con sus esfuerzos.

Saliendo un día juntos de la iglesia, el P. Gil, que acababa de recibir un fuerte desaire de sus compañeros, se lo dijo, sin lamentarse, como si le diera cualquiera noticia. No hagas caso de ellos le replicó el viejo caudillo, poniéndole la mano rugosa y seca como un haz de sarmientos sobre el hombro. Son todos unos maricas.

Los cuerpos rudos y angulosos parecían labrados a hachazos: otros eran deformes y grotescos como fabricados por un alfarero: muchos recordaban, por lo retorcidos y nudosos, los troncos de los acebuches de las dehesas. Los brazos negros, con las agudas protuberancias de una gimnasia forzada, parecían de sarmientos trenzados.

Sin ser tan blanca como una flamenca, había encontrado, no dónde, reflejos nacarados. La salud subía hasta sus pupilas en suaves arreboles rosados; su boca pequeña, redonda, carnosa, parecía una gruesa cereza que los gorriones hubiesen abierto a picotazos. Sus ojos brillaban en sus órbitas obscuras como un fuego de sarmientos en el centro de la chimenea.

11 Y ella tuvo varas fuertes para cetros de señores; y se levantó su estatura por encima entre las ramas, y fue vista en su altura, y con la multitud de sus sarmientos. 13 Y ahora está plantada en el desierto, en tierra de sequedad y de aridez. 14 Y salió fuego de la vara de sus ramas, que consumió su fruto, y no quedó en ella vara fuerte, cetro para enseñorear.

Al Señor Mayorazgo no lo quieren ni los arroases de la mar, ni los Demonios del Infierno. ¡Será para Dios Nuestro Señor! Se oyen pasos en el corredor, y los mendigos callan. La Rebola echa en el fuego un haz de sarmientos que ahuman y chascan bajo las lenguas de la llama, y una gran hoguera irrumpe de pronto.

Las brisas rizaban las ondas del lago, resplandeciente y lleno de murmullos deliciosos, como agitaban las guirnaldas de tupidos sarmientos en los viñedos de la costa; y en el fondo de ellos, á 100 metros de distancia, vimos destacarse cinco ó seis pueblecitos ó aldeas llenos de gracia en sus pormenores, y como descendiendo de sus suaves colinas en pintoresco desórden, para bañar en el lago los festones y las terrazas de sus alegres casitas.

Los hombres, en camisa y calzoncillos, avanzaban a gatas como corderos blancos. Iban de unas cepas a otras, arrastrando el vientre sobre la tierra caldeada. Los sarmientos esparcían sus pámpanos rojizos y verdes a ras del suelo, y las uvas descansaban en la caliza, que las comunicaba hasta el último instante su generoso calor.

Hay en el fondo de ella una alcoba con una cama de pabellón formado con tela de cuadros azules y blancos: al lado de la cama se encuentran sobre dos bancos de madera dos cunas, grande la una, pequeña la otra. Es el dormitorio de mi madre y de mis hermanas. En el fondo de la habitación hay una chimenea en la que arden cepas y sarmientos, produciendo un gran fuego.