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Actualizado: 25 de junio de 2025


Lo que me indicaba usted hace poco decía Santorcaz acerca de que esa linda joven que se le destina para esposa no quiere salir del convento, debe tenerle sin cuidado. Esas son gazmoñerías de las muchachas españolas, que, engañadas por su fantasía, se creen enamoradas de Jesucristo, cuando lo que sienten es verdadera pasión por un ideal mundano.

Ambos libros son muy bonitos, y traen un aquel de amores y besos, que me daba mucho gusto ouando a escondidas los leía yo. Santorcaz sonreía. Después de una pausa, dijo con cierta petulancia: ¿De modo que no ha leído usted la Enciclopedia? ¿Qué es eso? La Cincopedia gritó uno . ¡Eh!, ¿sabes adónde cae la Cincopedia?

Dicho esto, Santorcaz, tomando su capa, se marchó.

Santorcaz se decidió después de meditarlo mucho, dando paseos en la habitación donde se nos había albergado. Una vez resuelto a ello, pareció muy alegre y le pronunciar algunas palabras que me demostraron la agitación de su alma por causas para desconocidas entonces.

¡Y no les diste una bofetada! exclamó D.ª María, clavando sus dedos en el cuero del sillón. ¡Quía! Me eché a reír y les dije que ya pensaba ir a Francia con el Sr. de Santorcaz, que es mi amigo y ha de ser mi maestro cuando me case.

Saquélos, y vi un pequeño envoltorio y tres cartas, la una cerrada y las otras dos cubiertas, todas con sobrescrito. Leí el primer sobre que se me vino a la mano, y decía así: «Al Sr. D. Luis de Santorcaz, en Madrid, calle de...» Había montado en el caballo de Santorcaz. Olvidándome al instante de todo, no pensé más que en examinar bien lo que tenía en las manos.

Usted no vió aquello, Sr. de Santorcaz, porque llegó a Madrid tres días después; ¡pero si usted lo hubiera visto! Por esta calle del Barquillo pasaron esas fieras, y como les arrojaron algunos ladrillos desde los andamios de la casa que se está fabricando en la esquina, mataron a una pobre mujer que pasaba con un niño en brazos.

Yo a Rumblar, ciego de ira, luchando cuerpo a cuerpo con un francés; vi a Santorcaz dando pruebas de tener un puño formidable para el manejo del sable; usélo con toda la destreza que me era posible, y lo mismo yo que mis amigos y otros muchos jinetes de mi fila nos internamos locamente por el grueso de la infantería contraria.

Pero, hombre, ¿cuándo se dará esa batalla, cuándo volveremos a Córdoba, para enseñarle yo a mi señorita cómo se portan los caballeros de ideas modernas, que han recibido un desaire de las novias de Jesucristo? Pero diga usted, Santorcaz: si perdemos la batalla, si nos matan... Todavía no se ha hecho la bala que ha de matarme a . Y usted, ¿qué presentimientos tiene?

No te sofoques, Santiago dijo apaciblemente la anciana , que ya andas en los tres duros y medio, y aunque yo creo como que España no bajará la cabeza, no es cosa de que te el reuma en la cara por lo que hable este mala cabeza de Santorcaz. Pues lo digo y lo repito añadió el viejo soldado . ¡Venir hablándome a de cuerpos de ejército, y de brigadas de caballería, y de cuadros...!

Palabra del Dia

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