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Actualizado: 25 de julio de 2025


Marijuán y yo nos reíamos; pero pronto nos fué forzoso disimular nuestra hilaridad, porque habiendo preguntado el joven aragonés con mucha sorna que cuál fué la ventaja sacada de tal lucha, Santorcaz se amoscó, y amenazando castigarnos si no nos entusiasmábamos como él, nos dijo: Mentecatos, podencos, ¿acaso la paz y Tratado de Presburgo es paja?

Hacíamos noche en las posadas y ventas del camino, donde Santorcaz lucía su prodigiosa habilidad en el no gastar, logrando siempre que se le sirviese bien. Para estas y otras picardías, mi compañero se hacía pasar por un insigne personaje, mandándome que le llamase Excelencia y que me descubriese ante él siempre que nos mirara el mesonero.

Salía yo de Bailén con un cesto de víveres para unos jefes de artillería, cuando tropecé con Santorcaz, que volvía seguido de algunos voluntarios de Utrera y licenciados de Málaga. ¡Oh, Sr. de Santorcaz! exclamé con la mayor sorpresa . ¿Está usted vivo? Yo le hacía en el otro barrio.

Nuestro D. Diego, siempre al arrimo de Santorcaz; Marijuán, yo y algunos más formábamos un grupo bastante animado, en el cual no cesó el ruido hasta muy alta la noche. Después de cantar, no escasearon los cuentos, acertijos y adivinanzas, y, por último, la conversación recayó en tema de mujeres. Yo dijo D. Diego con su natural ingenuidad me voy a casar.

Pues los españoles continuó luego Santorcaz pueden hacer lo que están haciendo, ¿no pueden también decir el día de mañana: «Vamos, no queremos que haya más Inquisición ni más vinculaciones...?», pongo por caso... O que digan: «En lugar de mil conventos, que haya tan sólo la mitad, con lo cual basta y sobra», o «No me da la gana de que haya diezmos...»

¿Yo? repuso D. Luis con cierta tristeza . Ya sabe usted que estuve en Hollabrünn, en Austerlitz y en Jena. Pues entonces... Por lo mismo que presencié tan terribles acciones de guerra, tengo miedo. ¡Miedo! Pues fuera de la fila. Aquí no se quiere gente medrosa. No hay soldado aguerrido afirmó Santorcaz que no tenga miedo al empezar la batalla, por lo mismo que sabe lo que es.

Este escrito suministra el siguiente catálogo de los dramáticos más célebres de aquel tiempo: El licenciado Pedro Díaz, jurisconsulto, que fué de los primeros que pusieron las comedias en estilo; el licenciado Cepeda; el licenciado Poyo, sacerdote; el licenciado Berrio, insigne letrado y tan conocido de los Consejos del Rey nuestro Señor, el licenciado D. Francisco de la Cueva, tan docto y tan celebrado coma sabemos de todos los ingenios de España; el licenciado Miguel Sánchez, secretario del Ilustrísimo de Cuenca; el maestro Valdivieso, capellán del Ilustrísimo de Toledo y cura de Santorcaz; el Dr.

Anduvimos toda la noche, y al día siguiente, al salir del Carpio, nos desviamos del camino real de Andalucía, tomando a la derecha en dirección a Bujalance. Durante esta primera jornada encontramos a Santorcaz, que había salido de Bailén para incorporarse a su cuadrilla, y a todos nos dió mucho gusto el verle.

Detúvome al principio la vergüenza de leer cartas ajenas, lo cual es cosa fea; pero consideré que Santorcaz habría muerto, fundándome en la dispersión de su caballo abandonado, y además, como la curiosidad me picaba, me escocía, me quemaba de un modo muy vivo, decidíme a leer la carta abierta, porque el deseo de hacerlo era más fuerte que todas las consideraciones.

Y, en verdad, no cómo ha escapado el infeliz dijo Fernández a Santorcaz . Tres balazos tenía en su cuerpecito: uno en la cabeza, el cual no es más que una rozadura; otro en el brazo izquierdo, que no le dejará manco, y el tercero en un costado, y en parte sensible, tanto que si no le hubieran sacado la bala, no le veríamos ahora tan despiertillo.

Palabra del Dia

godella

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