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Actualizado: 14 de julio de 2025
En la sala se produjo una confusión espantosa: todos gritaban, todos estaban en movimiento, y los señores alcaldes, que se vieron venir sobre ellos á Juan Morán, saltaron de sus sillones y detrás de los asientos muy agazapados procuraron esconderse llenos de terror, pues todos se veían ya atravesados por el acero del bravo.
Demetria abrazada á ella repetía con frenesí este sagrado nombre como si quisiera indemnizarla del tiempo en que no había podido dárselo. Manolín y Pepín saltaron de la cama en camisa y se abrazaron á sus faldas gritando de alegría. Demetria los cogió al fin y elevándolos del suelo los besó con arrebato infinitas veces.
Pero Demetria, que tenía el rostro demudado, la retuvo con fuerza de la mano. ¡Déjame á mí! Flora cedió de buen grado. Saltaron los tres á la barca y aquélla fué á situarse en la proa para dejar solos á los novios. Nolo hubiera querido quedarse en tierra, hubiera querido ir también á la proa, hubiera querido que la barca se hundiese; todo menos quedarse mano á mano con Demetria.
Desapareció de pronto la cabeza del oficial: dos surtidores de sangre saltaron de su cuello y el cuerpo se desplomó como un saco vacío. Al mismo tiempo un ciclón pasaba á lo largo de la pared, entre ésta y el edificio, derribando árboles, volcando cañones, llevándose las personas en remolino como si fuesen hojas secas. Adivinó que la muerte soplaba en una nueva dirección.
Y mientras le daba con palabras confusas las gracias, llegaba el carruaje ante la pequeña estación casi perdida en medio de los bosques. Ambos saltaron a tierra y en aquel mismo instante la campana anunció la llegada del tren, resonando dolorosamente sus metálicas vibraciones en el corazón del inspector general.
No quiso Dios, a pesar de todo, que don Paco las hallase por su mal. Aunque se le saltaron las lágrimas pudo más el apetito. Ganas tuvo también, en su desesperación, de que las magras se le volviesen veneno; pero, en fin, él se comió dos y también la rosquilla. Hubo un momento en que echó de menos el vino y deploró no haber traído la bota.
Aquí saltaron quince á refrescarse, Con fin de meter agua en el navío, La gente que allí está, cura emboscarse, Con ayuda tambien de algun gentío. En ellos dan, al tiempo que embarcarse No pueden, ni huir del poderío De los nuestros; de suerte que murieron Los trece, y á los dos vivos cogieron. Davis se retirò y va huyendo, Sin saber de Candish ni la Almiranta.
Los tornillos y bulones saltaron á impulsos del sacudimiento general. Un segundo cráter se abrió en mitad del buque, llevándose esta vez en el abanico de su explosión miembros humanos destrozados. Adivinó el capitán que era inútil la resistencia.
Apenas saltaron á tierra los arqueros de la primera barca, mandados por el sargento Simón, se acercó á éste un obeso personaje ricamente vestido, que llevaba al cuello gruesa cadena de oro de la que pendía sobre el pecho enorme medalla del mismo metal. Sed bienvenido, alto y poderoso señor, dijo descubriendo una gran calva y saludando profundamente á Simón.
Asomaban caras curiosas, frentes guarnecidas de rizos, bocas de amarillos dientes descubiertos hasta la raíz por estúpido asombro, bustos envueltos en pañuelos de distintos colores; y más de cuatro andrajosos chiquillos saltaron detrás de Isidora para festejarla con gritos y cabriolas.
Palabra del Dia
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