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Actualizado: 26 de junio de 2025
Los únicos acontecimientos que sacudían de vez en cuando su letargo, eran la entrada o salida de cualquier barco importante, la muerte de una persona conocida, una letra protestada, el empedrado de algunas calles, la avería de algún cargamento, el alijo de un contrabando, la limpieza del muelle. El baile de confianza que se dará el jueves en el Liceo.
Sonaban como cañonazos los golpes de las puertas, repitiéndolos el eco de nave en nave. Una escoba comenzó a barrer por la parte de la sacristía, produciendo el ruido de una enorme sierra. La iglesia vibraba con los golpes de algunos monaguillos que sacudían el polvo a la famosa sillería del coro. Parecía desperezarse la catedral con los nervios excitados: el menor frote le arrancaba quejidos.
Después, cuando me dirigí a mi cuarto con mi luz en la mano, di una vuelta para pasar por delante de su puerta, con la esperanza de encontrarlo en el corredor, pero todo estaba desierto y la puerta cerrada con llave. Sólo el ruido de sus pasos que sacudían la casa, resonaba en el interior. En el cuarto de Marta reinaba un silencio de muerte. Apliqué el oído al agujero de la cerradura: nada se oía.
Fuera, los postes del telégrafo parecían una fila de espectros; los árboles sacudían su desmelenada cabeza, agitando ramas semejantes a brazos tendidos con desesperación pidiendo socorro; una casa surgía blanquecina, de tiempo en tiempo, aislada en el paisaje como monstruosa testa de granítica esfinge; todo confundido, vago, sin contornos, flotante y fugaz, a imitación de los torbellinos de humo de la máquina, que envolvían al tren cual envuelve a la presa el aliento de fuego de colérico dragón.
Cerca del pueblo, algunos pescadores de caña, se pasaban la tarde sentados en la orilla y las lavanderas, con las piernas desnudas metidas en el río, sacudían las ropas y cantaban. Tellagorri conocía de lejos a los pescadores. Allí están Tal y Tal, decía . Seguramente no han pescado nada.
El aire estaba impregnado de los mas ricos perfumes; los matorrales de helechos sacudian sus húmedas melenas sobre las alas de la brisa, y al concierto de rumores salvajes que se alzaba del seno de las profundas ramblas ó torrentes se juntaba el ruido de las campanillas que agitaban las vacas y las cabras, al vagar por las entrecortadas praderitas de la montaña, devorando con avidez y delicia la grama humedecida.
Sustentaba el señor baron que le habian hecho mas injusticia que á mí; y yo defendia que mucho mas permitido era volver á poner un ramillete al pecho de una moza, que hallarse en cueros con un icoglan: disputábamos continuamente, y nos sacudian cien latigazos al dia con la penca, quando te conduxo á nuestra galera la cadena de los sucesos de este universo, y nos rescataste. ¿Y pues, amado Panglós, le dixo Candido, quando se vió vm. ahorcado, disecado, molido á palos, y remando en galeras, pensaba que todo iba perfectamente?
Los obstáculos sumergidos producían grandes remolinos que sacudían la embarcación, y a la luz de la antorcha que ensangrentaba las ondas gelatinosas, veíanse pasar troncos de árboles, cadáveres de animales, objetos informes que apenas si asomaban una punta negra en la superficie, y hacían pensar en ahogados, cubiertos de barro, flotando entre dos aguas.
Luego, al morir la tarde, despertaba la vida; los insectos empezaban á zumbar, los pájaros sacudían sus alas, los cuadrúpedos estiraban sus patas, y en la sombra todos se agitaban para ofender ó para defenderse, para devorar ó ser devorados. La vida renacía con el fresco de la noche, reanudando sus aventuras y sus tragedias. Morales admiró una vez más la sabiduría de su amigo.
Sobre la verja se inclinaba añoso olivo, donde nidaban mil gorriones alborotadores, que a veces azotaban y sacudían el ramaje con su voleteo apresurado; y hacíale frente una enorme mata de hortensia, mustia y doblegada por las lluvias de la estación, graciosamente enfermiza, con sus mazorcas de desmayadas flores azules y amarillentas.
Palabra del Dia
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