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Actualizado: 23 de julio de 2025


Bonis llegó una hora antes del ocaso a una plazoleta que servía de quintana a varias casas de las más viejas, pero también de las de aspecto más noble; carretas apoyadas sobre el pértigo, como dormidas, entorpecían el paso; niños medio desnudos, sucios y andrajosos, sin nada en su cuerpo donde pudiera ponerse un beso, más que los ojos de algunos y las rubias guedejas de muy pocos, saltaban y corrían por aquella corralada común, que era sin duda para ellos el universo mundo.

Momentos antes de terminar el almuerzo llegó Ricardo que, al encontrarse con Melchor; lo abrazó efusivamente: ¡Que los cumplas muy felices! ¿Cómo te fue?... ¡Perfectamente!... ¿No te dije?... ...hasta donde es posible agregó Ricardo tomando asiento donde no había cabido el hermano de las rubias.

Sus trajes podrían cantar solos La viuda alegre y todas las obras en las que figura un baile del gran mundo. Y en las otras mesas, rubias y más rubias, pero hinchadas de grasa, con el talle cuadrado, las manos cuadradas y la cara barnizada por el sol. Después las verá usted arriba.

La vió reaparecer con un mohín gracioso entre las preocupaciones que la guerra hacía crecer sobre las almas como follajes sombríos. Hay que estudiar mucho para conseguir el diploma de enfermera. ¿Te has fijado en el traje?... Es de lo más distinguido: el blanco va bien lo mismo á las rubias que á las morenas.

En este lado, a partir del fumadero, se encontraba «el rincón de las cocotas»; luego, «la sección cómica», o sea, los numerosos sillones de los cantantes masculinos y femeninos de la compañía de opereta; «la gallegada», donde se juntaban los españoles; y el grupo de «la gringada», mucho más numeroso, compuesto de comisionistas alemanes que pensaban penetrar con su muestrario hasta el corazón de América; relojeros suizos, de aspecto bonancible, pero prontos a irritarse con una cólera fría que tardaba mucho en disolverse; pequeños negociantes británicos; agricultores escandinavos establecidos en el extremo Sur; rubias alemanas que iban en busca de sus maridos, y los ganaderos norteamericanos, que al caer la tarde estaban ya medio ebrios.

Largas filas de tiendas, brillantes de oropel y colorines, desplegaban á la vista racimos de pelotas, de máscaras ensartadas por los ojos, juguetes de hoja de lata, trenes, carritos, caballitos mecánicos, coches, vapores con sus diminutas calderas, vagillas de porcelana liliputienses, belencitos de pino, muñecas estrangeras y del país, rubias y risueñas aquellas, serias y pensativas estas como pequeñitas señoras al lado de niñas gigantescas.

¡Cómo le flotaban sobre las espaldas sus largas trenzas rubias! ¡Con qué expresión atenta de precoz ama de casa, recorrían sus ojos la extensión de la gran mesa, en torno de la cual todos juntos, condiscípulos y celadores una galería de mandíbulas hambrientas esperábamos impacientes la comida! ¡Y, con qué alegría extendía la mano cada uno, cuando, con una sonrisa maliciosa, ella alcanzaba los platos!

Parecen haberse escapado de las láminas de un periódico chic; esbeltas y elegantes como las artistas de los teatros de París que lanzan la última moda; pero menos... etéreas, más sólidas, mejor nutridas, sin trampantojos ni mentiras en su construcción como hijas de un pueblo joven que tiene su suerte confiada a los flancos de la mujer... Y en las demás mesas, ¡qué de cabezas rubias!... Las grandes damas de la opereta han sacado lo mejor de su vestuario teatral.

No recuerdo exactamente más que una escena: una tarde de verano Roberto había cogido a Marta por sus rubias trenzas, y riéndose y gritando corría tras de ella por el patio, por la casa y por el jardín. ¿Qué es lo que le haces a Marta, bribonzuelo? le gritó papá. Me ha hecho una travesura respondió él, sin soltarla, mientras ella continuaba gritando.

A las rubias les gustan los morenos, a los flacos las gordas, a los altos las chiquitas... ¿No te gusto yo a ti siendo tan alto y yo tan pequeña? No sólo es por eso dijo él riendo y atrayéndola hacia . ¿Por qué más? preguntó ella clavándole una mirada provocativa. No . ¿Quieres que te regale el oído? ¿Por qué más? insistió sin dejar de mirarle. Por lo feísima que eres.

Palabra del Dia

buque

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