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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Ayer maté un cochito, que está de lo más blando: era el cochito rosado, ¡y la carne está como merengue! ¡Jesús, mi niñita, no me diga eso!
La reina deseó también cerciorarse del prodigio, metiendo la punta de su rosado dedo en la boca de Villameloncito, y don Tadeo Calomarde, que llegó en aquel momento, quiso hacer la misma experiencia, introduciéndole el suyo manchado de tinta. Mas el niño apretó entonces fuertemente sus precoces herramientas, haciendo lanzar al ministro un ligero chillido.
El más joven que llegó primero, salió transformado; su color, negro como el de sus hermanos antes de sumergirse en la fuente, había tomado el color de un blanco rosado, y sobre sus espaldas brillaban rubios cabellos. El agua desaparecía por momentos, y el segundo hermano no pudo bañarse por entero; no obstante, se revolcó sobre la arena húmeda, y su piel se tiñó de un color dorado.
Alli la perla del rosado Oriente, Y el oro en mil vasijas fabricado, Y el diamante y rubí mas excelente, Y la extremada purpura y brocado En medio del rigor fogoso ardiente De la encendida llama es arrojado: Despojos do pudieran los Romanos Henchir los senos y ocupar las manos. Aqui salen algunos cargados de ropa, y entran por una puerta y salen por otra.
En la pendiente opuesta al camino, interrumpido por este espacio, cuarenta y cinco encinas seculares, olvidadas por los leñadores, forman un grupo sin orden y a bastante distancia una de otra, cerca de la torrentera. Los brezos de color rosado, violeta y blancos, tapizan con un tejido tan aterciopelado y variado como la lana de Esmirna los espacios que hay entre las matas.
Era un joven alto, vestido acaso con elegancia demasiado cuidada, según el juego perfecto que hacían la ancha corbata azul oscuro, la camisa finamente rayada de azul claro, el rosado rostro lleno de salud y los vivos ojos grises. La mirada de estos ojos era franca y tenía cierta protectora bondad cuando reía. Toda su persona demostraba cortesanía y dicha de vivir.
Hasta que Piedad dio un salto en sus brazos, y se le quiso subir por el hombro, porque en un espejo había visto lo que llevaba en la otra mano el padre. «¡Es como el sol el pelo, mamá, lo mismo que el sol! ¡ya la vi, ya la vi, tiene el vestido rosado! ¡dile que me la dé, mamá: si es de peto verde, de peto de terciopelo! ¡como las mías son las medias, de encaje como las mías!» Y el padre se sentó con ella en el sillón, y le puso en los brazos la muñeca de seda y porcelana.
La alegre sonatina de los besos que da el viento a las palmas, tal vez rima a sus oidos el kundiman trovado en noche plácida. Mas ¡quién sabe...! Deshácese la tromba en aquellas montañas y alguien atrae allí el corazón virgen de la virgen tagala. En el album rosado de la vida también hay negras páginas, donde se ocultan los ensueños místicos bajo un velo de lágrimas.
Y se enterneció al pensar en la mala vida del consejero de Julio. Mi respetable doña Luisa... Querida Madama Desnoyers... Hablaba en francés y á gritos, mirando á la puerta por donde había desaparecido el aleteo blanco y rosado. Temblaba al pensar que la compañera oculta incurriese en celosos errores, comprometiéndole con una extemporánea aparición. Luego hablaron del soldado.
En primer lugar tenía diez y seis años, después la personita que se miraba al espejo, tenía una carita que no le disgustaba; luego hice dos o tres piruetas pensando en la estupefacción del cura ante mi nueva ciencia. Cuando llegó, rosado y risueño, hacía mucho tiempo que llevada por mi impaciencia me había instalado junto a la mesa.
Palabra del Dia
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