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Actualizado: 17 de junio de 2025
Hablaba de dar una paliza á «la romántica» y otra á la china, por no enterarse de las cosas. Había sorprendido á su hija agarrada de las manos con el gringo en un bosquecillo cercano y cambiando un beso. ¡Viene por mis pesos! aullaba . Quiere hacer la América pronto á costa del gallego, y para esto, tanta humildad y tanto canto y tanta nobleza. ¡Embustero!... ¡Músico!
Al encontrar en su casa á Elena acompañando á la hermana mayor, también seguía adelante. En vano «la romántica», transfigurada por la maternidad, aprovechaba todas las ocasiones para colocar delante de él á su pequeño y repetía sonoramente su nombre: «Julio... Julio.»
En efecto, contenía gran número de novelas, todas de la escuela romántica primitiva, cuidadosamente encuadernadas, pero muchas de ellas ya grasientas por el uso. En los pasajes más tiernos solían tener las hojas algunas manchas amarillentas, lo cual ponía de manifiesto que las distintas lectoras en cuyas manos había estado el libro habían tributado algunas lágrimas a las desdichas del héroe.
Y en su alma suprasensible, de romántica señora, como en un cofre de encanto ella guarda y atesora, la pasión de aquella "Elvira", de los versos de Espronceda... Vivir es condenarse a eterno sufrimiento, llorar continuamente sin encontrar consuelo, buscar con ansia loca el goce de un momento teniendo el alma llena de amargo desconsuelo.
Si la romántica y gentil Venecia, bañada en todos sus flancos por las ondas murmurantes del mar, ha sido llamada con razon la reina del Adriático, Marsella, elevada por la actividad del comercio moderno á una importancia colosal, merece con mayor justicia quizás el nombre pomposo de emperatriz del Mediterráneo.
Y lo peor del caso era que cuando, a las cuatro de la tarde, volvió al Gran Hôtel rendido y desalentado por no haber podido enseñar más que a las dos terceras partes de la colonia española la babucha apócrifa de la cadina, encontróse con que la trágica historia tenía una segunda parte, interesantísima también, pero pía, devota, sentimental, romántica, en que cabía a su persona no sólo el papel del cronista, sino el de agente poderoso, de intercesor eficacísimo, de ama de llaves de la Providencia, que hubiera dicho Diógenes, en el bello final de aquel drama que comenzaba su acción en las barbas del Sultán e iba a terminarse bajo el manteo del padre Cifuentes.
Durante su residencia en Francia, justamente en los días en que la escuela romántica triunfaba por vez primera, modificó Martínez de la Rosa sus ideas sobre dramaturgia, en el sentido de renunciar á tan arbitrario sistema al escribir su primera obra dramática, y atenerse sólo á la observancia de las reglas evidentes é inmutables, que son esenciales á este género poético.
Consagrado ahora al periodismo, es redactor del diario filipino "La Vanguardia". Adora a Rubén y Villaespesa. Romántica dalaga que lloras, dolorida, con tu alma de azucena, sin luz, desfallecida, en medio de la senda de la desolación. Del astro de tu angustia suprema a los reflejos, bardo de ensoñaciones, vengo a tí, de muy lejos, con la lira enlutada y triste el corazón.
El alma de la mujer podía en ella más que el instinto de la hembra. El amor material le pareció cosa baladí. Se había entregado; bueno ¿y qué? ¿no era libre? ¡así como así, jamás había de pertenecer a otro! No en vano tenía metida en el cerebro la vehemencia romántica de cuantas escenas dramáticas leyó y vio representar. A medio día salió al ensayo.
Este drama se distingue también por su brillante poesía romántica, hablando al alma por la nobleza y ternura de los sentimientos, y por el espíritu verdaderamente caballeresco que en toda ella reina, así como arrebata la imaginación por la pompa y variedad de sus decoraciones. El castillo de Lindabridis.
Palabra del Dia
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