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Actualizado: 17 de junio de 2025


Como en todos los pueblos de pescadores, en Lúzaro se ven lanchas en los sitios más extraños e inverosímiles: en una calle en cuesta, interceptando el paso; debajo de una tejavana, dentro de la guardilla de una casa. La ría de Lúzaro es pequeña, pero muy romántica; sobre ella se tiende un puente de un solo arco, por donde pasa la carretera de Elguea.

"Hoy, cuando él vino, se había puesto en una postura romántica, el codo en la rodilla y la cara apoyada en el dorso de la mano. Julio la comparó con "El Pensador" de Rodin. Ella se quedó callada. "¿Una pena de amor? "Peor que eso, Julio. Me ha pedido Lorenzo en matrimonio, y Zoraida no sabe qué contestar. "Lorenzo... Lorenzo... Julio quería recordar. Había oído ese nombre varias veces en la casa.

El marino, con los ojos vagamente perdidos en el misterio del mar, siguió contando: Pues : es romántica y tentadora la niña de Luzmela...; te confieso que hasta se me pasó por la cabeza casarme con ella, y hasta se lo propuse en una divina hora de debilidad amorosa.... Tuve su alma en mis manos, una almita dulce y santa, llena de atractivos...; fuí romántico yo también, adorando a aquel ángel que vive en mi casa por un crimen de lesa humanidad.

En cuanto abrió la puerta de la torre y se encontró en la nave Norte de la iglesia, recobró la sonrisa inmóvil, habitual expresión de su rostro, cruzó las manos sobre el vientre, inclinó hacia delante un poco con cierta languidez entre mística y romántica la bien modelada cabeza, y más que anduvo se deslizó sobre el mármol del pavimento que figuraba juego de damas, blanco y negro.

Sin embargo, The Custom of the country, de Fletcher, como indica V. Schmidt, en sus adiciones á la Historia de la poesía romántica, no es otra cosa en su conjunto, y conservando hasta los nombres, que una imitación de invenciones aisladas del Persiles, de Cervantes; y la escena, en que Guiomar defiende á los asesinos de su propio hijo, de los agentes de la justicia, es casi una traducción de la novela española.

El francés fué en busca de Karl, mal repuesto aún de la terrible sorpresa, y le dió un caballo para que se trasladase inmediatamente á la estación de ferrocarril más próxima. Se alejó de la estancia, pero no permaneció solo mucho tiempo. Transcurridos unos días, «la romántica» se marchó detrás de él... Iseo «la de las blancas manos» fué en busca del caballero Tristán.

Olimpia era la menor de las hijas de Samaniego, y hubiera causado gran admiración en la época en que era de moda ser tísico, o al menos parecerlo. Delgada, espiritual, ojerosa, con un corte de cara fino y de expresión romántica, la niña aquella habría sido perfecta beldad cincuenta años ha, en tiempo de los tirabuzones y de los talles de sílfide.

La romántica, la sentimental era ella, que le había besado locamente cuando expiraba. «¿Si habré sido yo la liviana, la sandia y la extravagante? ¿Si habré estado enamorada del fraile, que no pensaba en sino con inocente y sencillo afecto paternal?».

En una de sus muchas vidas anteriores había sido una reina desgraciada y hermosa; la mas «romántica» de las reinas. El alma de Nadina Lubimoff, princesa rusa, vivía ya siglos antes en el cuerpo de María Estuardo. Siempre sentí una predilección especial por la historia de la reina infeliz. Ahora me explico cómo al ver á sir Edwin en Londres me enamoré inmediatamente de él de un modo irresistible.

Serían las nueve de la noche cuando se encontraron dentro de la romántica y alegre ciudad, en medio de aquel idioma ceceoso y de los donaires y chuscadas de la gente andaluza.

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