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Actualizado: 14 de junio de 2025


¿Ha tenido usted miedo, María Teresa? preguntó ansioso. Yo también. He temido un instante que el tul de sus mangas recibiera alguna chispa. No, no tengo nada, gracias, Juan respondió la joven. Luego miró riéndose a Martholl que venía hacia ella, y añadió, algo maliciosamente: ¿Qué ha ido usted a hacer cerca de la puerta, en vez de apagar este fuego artificial? Pues... llamaba al criado.

Ella me contestó, atónita, riéndose: ¿No lo crees? ¿Cómo te lo haré creer?... Escucha: si no fuera verdad, ¿yo habría querido morir? me has encontrado con el arma en la mano; he escrito ya una carta de postrer adiós; iba a escribir mi testamento: después le habría escrito a él. ¿Crees que yo habría querido, habría podido dejarlo de esa manera?

¿A qué ha venido, entonces, esa pregunta sobre la fecha de nuestro matrimonio? Un trabajo de sonda dijo riéndose. La pobre opinión que tengo de misma me hace dudar de usted, sobre todo cuando le veo ejercer sus privilegios de hermano mayor con Elena Lacante. Temo algunas veces que se engañe usted sobre sus sentimientos, como se engaña ella... ¡Elena!...

También, como ya le dije a Vd., ha querido enseñarme la esgrima, y después a fumar y a tirar la pistola y a la barra; pero en nada de esto he consentido yo. ¡Qué diferencia exclama mi padre , entre tu mocedad y la mía! Y luego añade riéndose: En sustancia, todo es lo mismo.

En un grupo, una señorita muy espiritual ofrecía un «pálpito» a un mozo, ligeramente atezado, miembro de la embajada del Brasil. «Muito obrigado repuso éste, agregando, con el fino y galante romanticismo de su país ; pero a ese «pálpito» prefiero, hermosa señorita, el órgano con que usted palpita». «¡Ay, qué graciosoexclamó la muchacha «¡Es una declaración en toda reglaañadieron a coro los del grupo, celebrando aquel rasgo espiritual. «¡Aceptado! ¡aceptadodecía ella, riéndose y siguiendo la broma.

¿Acaso no nos lo prohibió él? replicó la ama de llaves, exactamente en el mismo tono, sin que esto pareciera indicar ninguna arrogancia de su parte: era más bien el eco del carácter del anciano. ¡Eh! ¡eh! murmuró el anciano riéndose por lo bajo. Me parece que allí hay algo de Olga.

Descansad, María le dijo . Reposad tranquila en la venturosa paz de vuestra alma, sin que la importune la idea de que otros velan y padecen. Capítulo XXVII Apenas cerró el duque la puerta, cuando Pepe Vera salió por la de la alcoba, riéndose a carcajadas. ¿Quieres callar? le dijo María haciendo reflejar los rayos de la luz en el solitario que el duque acababa de regalarle.

Quedaba una muy jóven y muy novicia, á la qual nunca habia tocado su magestad: arrimáronse á ella uno, dos y tres jorobados, ofrecréndole hasta veinte mil monedas; pero se mantuvo incorruptible, riéndose de la idea de los jorobados que creían que su dinero los hacia mas bonitos. Presentáronse los dos mas lindos pages, y les dixo que le parecia el rey mas lindo.

Entendió Andrés que por él lo decía, y riéndose, dijo: Señora doncella, ésta es mi recámara y éste es mi pollino: si vos halláredes en ella ni en él lo que os falta, yo os lo pagaré con las setenas, fuera de sujetarme al castigo que la ley da a los ladrones.

Á fe mía, dijo riéndose Gualtero, que con sus cantos y gritos hacen bastante algazara para anunciar su presencia sin necesidad de guías ni emisarios. ¡Adelante! Á dos puertas se oía el estrépito de la francachela. Entraron por un portalón bajo y al final de estrecho corredor se hallaron en una gran sala iluminada por dos antorchas.

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