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En el séquito descollaba el Reverendo Padre Fray Francisco Álvarez, elocuente y verídico historiador de la Embajada misma, a cuya narración nos remitimos, y alma además de las negociaciones diplomáticas, porque el tal don Rodrigo era muito parvo, si hemos de dar crédito a las hablillas y murmuraciones de sus subordinados.

El fino y gentil brasileño, dirigiéndose alternativamente a la niña y al grupo, repetía: «Obrigado, muito obrigado...». Pasó un señor muy elegante, con traje gris, galera gris, polainas blancas, muy expresivo en sus ademanes y gestos. «¿Quién espregunté a mi marido. El Payo. ¿El payo Roqué? El mismo que viste y calza. Viste y calza muy bien. Evoqué recuerdos de mi infancia, ya un poco lejana.

En un grupo, una señorita muy espiritual ofrecía un «pálpito» a un mozo, ligeramente atezado, miembro de la embajada del Brasil. «Muito obrigado repuso éste, agregando, con el fino y galante romanticismo de su país ; pero a ese «pálpito» prefiero, hermosa señorita, el órgano con que usted palpita». «¡Ay, qué graciosoexclamó la muchacha «¡Es una declaración en toda reglaañadieron a coro los del grupo, celebrando aquel rasgo espiritual. «¡Aceptado! ¡aceptadodecía ella, riéndose y siguiendo la broma.

El portugués no lo pudo sufrir, y tratóle algo mal de palabra, diciendo que él era un caballero «fidalgo de casa du Rey», y que yo era un «home muito fidalgo», y que era bellaquería tenerme atado.

«E as danças acabadas, se començou huma muito boa é muito bem feita comedia, de muitas figuras, muito bem ataviadas o mui naturaes, feita e reprezentada ao cazamento e partida da Senhora Infante; cousa muito bem ordenada, e com ella acabada se acabou e seram.» G. de Resende, Hida da Infante D. Beatriz para Saboia.

Para justificar las señoritas este avance hacia los parajes ocupados por sus amigos, continuaban su tarea distributiva entre los señores adormilados que fingían leer en las inmediaciones del fumadero. «Señor, ¿un bombón?...» Y el gringo, despertado de su lectura por la voz juvenil, levantaba los ojos del volumen alemán o inglés y metía la mano en la arquilla murmurando: «Grachias, mochas grachias». Luego, volvía a sumirse en el libro adormidera. «Señor, ¿un chocolate?» Y el brasileño de tez amarilla y picudas barbillas, enjuto y anguloso, como si el sol ecuatorial hubiese absorbido toda su grasa, saltaba del sillón con galante apresuramiento, como si le fuese en ello la vida: «Muito obrigado... ¡oh! muito obrigado». Y sólo al estar lejos la señorita osaba devolver la gorra a su cabeza y la cabeza al respaldo del asiento.

Pero Rafaela era insaciable en su anhelo de perfección; y, deseosa de que D. Joaquín estuviese, no sólo aseado, sino chic, y como ella le decía, hablando en portugués, muito tafulo o casquilho, hizo que le tomasen las medidas y escribió a París y Londres encargándole ropa, que no tardaron en enviarle.

Resende habla de una representación del Paraíso á las puertas de Avis, en Evora, cuando los desposados hicieron su entrada en la ciudad; de otra en el comedor del rey, en la cual, el Soberano de Guinea se presentaba acompañado de tres descomunales gigantes y con un séquito de moros; y, por último, de un entremés muito grande que appareceo na mesma sala en que vinhao muitos mouros mettidos em huma fortaleza.