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Actualizado: 14 de junio de 2025
Jamás se había reido tanta ni de tan buena gana, é incapaz de tenerse de pie se apoyó contra el tronco de un árbol, sin poder hablar, saltándosele las lágrimas y riéndose á todo trapo.
¡Cómo! exclamé lleno de asombro. Yo creía que Tucker era tu padre. Riéndose con sus dientes centellantemente blancos, ella me informó: Algunas veces es mi padre, otras un extraño, otras mi tío y tutor. Eso depende del estado de ánimo. Cierto, ciertísimo le contesté, convencido.
El truhán de Ruperto la posó en tierra sin hacer caso de sus gritos, pero sin violencia; al contrario, la besó riéndose y le dio dinero. Después montó de un salto, a mujeriegas, y me esperó. Yo me detuve y le esperé a mi vez. Dirigió su caballo hacia mí, pero lo detuvo a corta distancia y alzando la mano preguntó: ¿Qué ha hecho usted en el castillo? He matado a sus tres amigos respondí.
¡Convenido! ¿Y por qué no usan ustedes o no aceptan mis cristales? insistió Melchor, riéndose cariñosamente. Porque este café, visto al través de cualquier cristal rosado, seguirá viéndose negro. Pues se toma un cristal de un rosado más subido y... ¡ya está! Yo tengo una colección de cristales en el bolsillo, y en cada caso, ¡zas! saco el que me conviene. ¡Es una suerte! dijo Ricardo.
Apártese usted que voy a dividirle por la mitad. Rabioso... exclamó Juanito riéndose y rodeando el cuello del perro con uno de sus brazos,¿rabioso, y me lame las manos y se echa temblando a mis pies para que le proteja? Bah, tú sí que estás rabioso, mi buen Cachucha; si te vieras la cara en el espejo, de seguro te darías miedo a ti mismo.
Vale más que tú. No es muy guapa; pero es un ángel. Si no vale dos cominos dijo Isidora riéndose descaradamente ante el retrato. ¿Qué entiendes tú de eso? Esta, esta que ves aquí es mi salvaguardia contra ti; es mi patrona, mi abogada, mi Virgen del Amparo.
Los celosos eran otra banda; éstos, unos estaban en corrillos riéndose y mirando a ellas; otros, leyendo coplas y enseñándoselas; cuál, para dar picón, pasaba por el terrero con una mujer de la mano; y cuál hablaba con una criada echadiza que le daba un recado.
Tampoco lo olvido yo dijo el coronel fumando gravemente, pero siempre habrá tiempo de pensar en ello mañana. ¡Ah, viejo Sarto! exclamó el Rey. ¡Bien dicho! Cada cosa a su tiempo. Andando, señor Raséndil. Y a propósito, ¿qué nombre le han puesto a usted? El mismo de Vuestra Majestad contesté inclinándome. ¡Bravo! Eso prueba que no se avergüenzan de nosotros repuso riéndose. ¡Vamos, primo Rodolfo.
¿Aquel gran lagarto? dijo Rita . Está allí porque lo cogieron sobre la bóveda del techo de la iglesia. ¡Ah! exclamó el barón, riéndose . Todo es gigantesco en esta catedral; ¡hasta los lagartos!
¡Dispense, dieciséis! repliqué, volviéndome a medias hacia él. Por otra parte, si me vuelves a echar en cara mi juventud, ¡se acabó nuestra camaradería! ¡En nombre del Cielo! dijo él riéndose. Y continuamos nuestra carrera sin decir palabra.
Palabra del Dia
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