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Actualizado: 14 de junio de 2025


La baja vino a estrellarse en el muro, a alguna distancia de mi cabeza. ¡Ah, señora! exclamó Ruperto riéndose. ¡Si sus ojos no fueran más mortíferos que su revólver, no me vería yo en este lance, ni Miguel, a estas horas, en el infierno! Antonieta, sin dedicar la menor atención a aquellas palabras, hizo un poderoso esfuerzo y logró permanecer inmóvil, rígida.

Y haciendo una breve pausa el soldado para dirigir la vista hacia donde aguzaba las orejas el gozque que al lado tenía, volviéndose con aire maligno y de triunfo a Muley, que le miraba con dos ascuas de vidrio que no con dos ojos, le dijo a éste riéndose: Hele ahí Muley.

Marta se ruborizó hasta la raíz de los cabellos, pero yo le tomé la mano a hurtadillas por debajo de la mesa, diciéndome: ¡Ya sabemos lo que nos hace tan felices! Al día siguiente por la mañana, cuando tomábamos nuestro café, papá entró con una carta abierta en la mano. Una ave forastera viene a albergarse en nuestro nido dijo riéndose. ¡Adivinen cómo se llama!

¡Vamos, que no me negará V. que tengo un corazón muy sensible! dijo riéndose de su propia emoción, como tenía por costumbre. A la brigadiera no le pareció bien esta salida y se quedó seria. Ni era fácil que penetrase jamás el verdadero carácter de Miguel, y lo que aquellos arranques significaban.

En carnaval era el que ponía las mazas a todo el mundo, y aun las manos encima si tenían la torpeza de enfadarse; si era descubierto hacía pasar a otro por el culpable, o sufría en el último caso la pena con valor, y riéndose todavía del feliz éxito de su travesura.

El Chucro preguntó entonces a la Pepa: ¿Está ya el asado? La Pepa repuso: Todavía no. Dentro de un momento estará... Al oír esta respuesta, el Chucro intimó a Peñálvez: Apúrate, así te entierro antes de que esté el asado. Y Peñálvez se apuró... El Chucro le añadió en seguida, riéndose sonoramente por primera vez: Como sos flaco, basta una zanja larga...

Con la bella Antonieta no se ha de casar, por lo menos mientras no fracase otro plan. Sin embargo, quizás ella... Hizo una pausa y dijo, riéndose: No es fácil resistir las atenciones de un príncipe real, ¿no es así, Rodolfo? ¿Te callarás? le dije, y levantándome, dejé a Beltrán en las garras de Jorge y me fui al hotel.

Forcé la puerta y vi al Rey en un rincón, impotente, debilitado por la enfermedad, moviendo de un lado a otro sus manos encadenadas, riéndose, medio loco. Dechard y el médico estaban en el centro del calabozo; el último se había abrazado al asesino con todas sus fuerzas, impidiéndole por el momento mover los brazos.

Pero por más que la han buscado, nadie la ha visto; y es una providencia de Dios que así sea, pues si toparan con ella, poca tracamundana se armaría en el mundo, puesto que no quedarían a vida ni cerraduras, ni cerrojos, ni cadenas, ni aldabas. ¡Las cosazas que se engulle José, que tiene unas tragaderas como un tiburón! dijo riéndose Manuel.

Difícil es decirlo... Ocupa un puesto de confianza. ¡Ah! tiene un gran corazón... un gran corazón... ¿Ese gran corazón roba todavía un poco de harina de los sacos? pregunta Juan riéndose. Martín se encoge de hombros con disgusto y murmura algo como: «Veintiocho años de servicios» y «hay que cerrar los ojos

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