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Al revolver el camino vi á los pocos pasos un bulto muy grande, como si fuese un buey puesto en dos pies... ¡Alto! me gritó tapando el camino. ¿Quién eres y adónde vas? Soy el hijo de mi padre respondí y voy adonde me da la gana. Pues por aquí no pasa nadie que no se quite la montera y las buenas noches. Pues ahora va á pasar uno sin quitarse la montera. ¿Quién va á ser?

, señor le respondí al punto : falta algo que busco con ellos desde que me puse a mirar esta mañana, y no hallo por ninguna parte. Y ¿qué cosa es ella, hombre? Pues un palmo de tierra llana. ¡Trastajo! exclamó aquí mi tío, mirándome con el asombro pintado en los ojos , ¿cómo demonios ha de jallarse lo que no hay? ¡Que no! exclamé yo a mi vez.

Nos habíamos sentado en un banco del parque. Enfrente, sentadas en otro, estaban la madre, la hermana María de la Luz y una señora, de Sevilla también, que estaba tomando las aguas, llamada D.ª Rita. En una pausa me preguntó: Conque usted deseaba saber si pienso renovar mis votos, ¿verdad? , señora le respondí sorprendido. Pues voy a satisfacerle a usted la curiosidad.

respondí mientras sentía en el corazón un agudo dolor, es el término para hablar de la muerte de las personas queridas... La esperanza, palabra de alegría y de dicha, se convierte en ciertas circunstancias en sinónima de tristeza y de luto... Boulmet hizo el gesto vago de un hombre que no puede cambiar nada de las cosas y siguió su relato sin que la abuela hubiese manifestado la menor emoción.

Por la carta que le escribió usted, y que se encontró en su valija después de su muerte respondí con franqueza. Lanzó un gruñido de evidente satisfacción. Yo supuse, en verdad, que debía estar receloso de que Burton antes de morir me hubiera dado a conocer algunos detalles de su vida.

Lacante fijó en sus ojillos grises y penetrantes y yo bajé la cabeza. Después siguió diciendo: , ¿verdad? Más de uno lo juzga así, y cuando yo declare mis intenciones ya quiénes se pondrán en la fila... Pero solamente Elena decidirá. Al estrecharme la mano, me dijo: Esta niña merece ser dichosa. Lo será respondí maquinalmente.

Y parisiense, respondí ¿Sabes quién es? Cáspita, es mi mejor amigo Tráemele bromeas. Si Tragomer te gusta, espera que yo me vaya." Jenny me llamó tonto. Yo no podía contarle que si no quería ser visto con ella era porque me iba á casar y salí del paso fingiendo una escena de celos.

La de Aimont protesta... «¡Qué exigencia! murmura; es draconiano...» Y ella, ¿no se encuentra exigente? Nada de eso respondió Francisca con una burlona carcajada. Ella es natural que tenga las pretensiones que quiera, eso es permitido... Lo que no lo es, es que el caballero haga lo mismo. ¡Ah! respondí pensando en otra cosa.

»No se mostró sorprendida al verme, ni me miró con dureza. Esto solo me dio un gran consuelo y fuerzas bastantes para atreverme a sentarme a su lado; pero no supe qué decirla. Temblaba yo como una hoja de otoño próxima a caer de la rama sin jugos. »Estando en estas indecisiones, reparó ella en traje, y me preguntó con voz algo empañada y muy débil: » ¿Vas a salir? » , hija mía respondí.

Recobré repentinamente mi sangre fría al ver tanta doblez y respondí con calma, casi con languidez. Tengo jaqueca; mira, estoy en traje de casa. Si quieres, no saldremos para ir á comer. Tengo aquí con qué improvisar una buena comida; nos quedaremos tranquilamente al lado del fuego y me harás compañía hasta muy tarde.