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El P. Gil estaba sentado a su mesa de escribir, leyendo a la luz de un quinqué. Una sonrisa de afecto y entusiasmo contrajo los labios de la joven devota. Abrió de golpe la puerta para darle una grata sorpresa y exclamó con alegría: ¡Padre, aquí me tiene usted! El sacerdote levantó los ojos sorprendido. La sonrisa de la beata se heló repentinamente en su rostro.

Se puso colorado, y respondió vacilante y confuso: ¡Oh, el matrimonio!... Hay que pensarlo con calma.... Es un negocio muy grave. Y cortó repentinamente la conversación, hablando de otra cosa. Julia se quedó triste y pensativa. Le hizo esta pregunta, porque había observado que su hermano no menudeaba tanto las cartas a Pasajes como antes.

El insecto, en su crisálida, parece olvidarse de mismo, ignorarse, permanecer extraño á los sufrimientos; diríase más bien que disfruta de esa muerte relativa, como un niño de teta en la templada cuna. Empero el crustáceo durante la muda se ve, tiene conciencia de : sábese precipitado repentinamente de la vida más enérgica á una deplorable impotencia. Parece atolondrado, perdido.

La fisonomía de Enrique volvió a adquirir repentinamente su habitual expresión de bondad e inocencia. Me parece que no ha salido esta mañana. ¿Quieres verle? , tengo que hablar con él. Vamos allá. Y poniéndose apresuradamente una chaqueta, sin haberse metido aún el chaleco, condujo a su primo por los corredores hasta cerca del cuarto de su padre.

¿Un coche á estas horas? exclamó María con sorpresa. Antonio no dijo nada, pero quedó repentinamente serio. El ruido se fué aproximando. Á los pocos momentos vieron aparecer por el extremo de la calle una berlina de punto que pronto cruzó por delante de ellos. Antonio sufrió una fuerte sacudida y dijo con voz alterada: ¿Sabes quién va ahí? ¿Quién? Velázquez. ¡Calla, lioso!

Repentinamente tuvo el presentimiento de que este transeúnte era «su inglés». Iba vestido de otro modo, con menos elegancia; sólo podía ver su espalda alejándose rápidamente, pero su instinto fué en este momento superior á sus ojos... No necesitaba mirar: era el inglés. Y sin saber por qué, apresuró el paso para alcanzarle.

Antes que el tren llegara a Crewe, se sintió mal repentinamente, y uno de los sirvientes del coche-restaurant lo encontró desmayado en uno de los compartimientos de primera.

D. Martín estaba malhumorado y disputaba a cada jugada. D.ª Eloisa hablaba tranquilamente del caso. Ninguno, por estupendo que fuese, conseguía alterar el sistema nervioso de la buena señora. Su interlocutora D.ª Serafina seguía dirigiendo frecuentes miraditas y sonrisas a su capellán; pero éste se había puesto repentinamente serio, cejijunto.

Su tutor volvía repentinamente, interrumpiendo un viaje importante, diferido hacía dos años y volvía al saber que él había sido cuidado en casa de la señorita Guichard á quien no conocía y de la que nunca había oído hablar. ¿Qué significaba esto? ¿De qué se trataba? ¿Acaso la señorita Guichard era una persona poco recomendable?

Clara se puso repentinamente seria como si un presentimiento triste atravesase su corazón. Bien; haz que pase. El criado se retiró y a los pocos instantes apareció en la puerta la marquesa viuda del Lago. Clara sintió que toda la sangre de sus venas fluía al corazón. Tristán se alzó del asiento como movido por un resorte.