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Actualizado: 26 de julio de 2025
A usted lo he querido siempre, lo he querido siempre. Pero ella ya no estaba en sus palabras, y ni siquiera sentía el contacto de las manos de Muñoz. La madre de Adriana llamó con urgencia a Ernesto Molina para pedirle consejo. Por más que siempre consideró a Muñoz un marido ideal para su hija, le alarmaba grandemente la repentina decisión de casarse con él después de haberle burlado por otro.
Caballero le interrumpí bruscamente, la memoria de mi padre es sagrada para mí, y creo que debe serlo á cuantos hablen de él en mi presencia. Señor replicó el anciano, con una emoción repentina y violenta, respeto ese sentimiento, pero al hablar de su padre, me es muy difícil olvidar que hablo del hombre ¡que mató á su madre de usted, una joven heroica, una santa, un ángel!
El desconocido tiró repentinamente de las riendas y preguntó: ¿Por dónde entran ustedes? Ustedes saben el camino mejor que yo. Por la ventana posterior dijo Catalina con repentina y asombrosa franqueza. ¡Ya comprendo! contestó el extraño guía sin inmutarse. Y apeándose al momento, quitó de los caballos los sonoros cascabeles.
Aquella crisis repentina del alma de Clara puso á D. Fadrique taciturno. Las ideas que acudían á su mente no eran para reveladas á su sobrina.
Y había tal tristeza y tal mansedumbre en esta súplica, que el español la compadeció, olvidando todo lo que pensaba contra ella momentos antes. Torrebianca, como si adivinase la repentina flaqueza de su amigo, dijo enérgicamente: O te sigo con ella, ó me quedo á su lado, sin miedo á lo que ocurra. Aún dudó Robledo unos momentos; pero al fin hizo con su cabeza un gesto de aceptación.
Allí se detuvo y quiso coordinar sus ideas. ¿Por qué corría? ¿Qué había pasado? No se daba razón de aquella huida repentina. Trató de volverse y penetrar de nuevo en la estancia de su esposa y entrar en explicaciones; pero las piernas se negaron a obedecerle. Un horror instintivo, como si hubiese delante un pozo negro y hondo, le detuvo.
La García Gómez creyó reventar de dicha ante honra tan repentina, y miraba a todas partes, tan oronda y satisfecha entre aquellas dos grandes de España como la rata de la fábula en el queso de Holanda. María Valdivieso, con prudencia inusitada en ella, mordíase los labios para no soltar la risa.
Juntos habían acogido con un mutismo de altivez a los que subieron en Lisboa, sospechosos intrusos para la tranquilidad de los primeros ocupantes; y así habían navegado hasta Tenerife. Pero ahora empezaba el verdadero viaje: la vida común lejos de toda tierra, sin que un nuevo chorro de extraños pudiese turbar la paz del convento flotante, y todos se sentían unidos por repentina fraternidad.
Aquella nueva y repentina irrupción pareció sorprender mucho a la señora de la casa. ¿Qué ocurre? ¿qué es esto? exclamó con voz alterada. ¡Un niño! ¡un niño! gritaron varios a un tiempo. Acabamos de encontrarlo en el portal manifestó Manuel Antonio, que ya se había apoderado del canasto, presentándolo. ¿Quién lo ha dejado ahí?
Pero Blanca, con una resolución repentina, me arrastró fuertemente del brazo que me tenía asido y me sacó del descanso de la escalera en que nos habíamos detenido. Vaya, ¿qué tiene de particular? preguntó Blanca retirándose y mirando a la madre... ¿Tiene algo de malo lo que hemos hecho? y encogiéndose de hombros con un movimiento brusco, agregó con una carcajada: ¡Vamos a cenar!
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