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Actualizado: 26 de junio de 2025
Amarguras, humedades en los ojos, en el pecho una honda herida... ¡Oh, flor de las sepulturas! ¡oh, tristeza de la vida! .................................................. De repente un gran quejido, de repente un gran lamento. una armonía inefable, un suspiro sofocado bajo las alas del viento... ¡algo que queda imborrable...! El muerto va en la carroza, anegada hasta los bordes de muchas rosas muy pálidas... Detrás, la pobre familia que padece y que solloza, ¡caras de pena que cubren temblonas manos escuálidas!
De su garganta se escapaba un débil y continuo quejido como el de un animal en la agonía. A ratos empujaba convulsivamente la delantera del coche, como si con este esfuerzo le hiciese correr más. A ratos imaginaba saltar fuera y emprender una carrera vertiginosa para llegar antes. Imposible que el infierno haya inventado un suplicio más cruel. Las estrellas brillaban.
Los violines, mal afinados, gruñían como cochinillos hambrientos, oíase algún quejido gangoso de clarinete y rasgaban el aire alegres carcajadas infantiles. Don Juan, de pie en el callejón central de las butacas, tenía fija la mirada en el palco.
Hacía dos semanas que estábamos en el Antioquía, con la mirada invariable al Norte, esperando, esperando siempre, cuando la misma tos de gigante resfriado, el mismo quejido de foca desolada, se hizo oír al Sur.
Le he sacado de la deportacion donde se dedicaba á podar cocoteros y le he hecho pirotécnico. Volvieron á la calzada y á pié se dirigieron hácia Trozo. Delante de una casita de tabla, de aspecto alegre y aseado, había un español apoyado en una muleta, tomando la luz de la luna. Simoun se dirigió á él; el español al verle procuró levantarse ahogando un quejido.
Una contracción, producida, al parecer, por el hábito de la sonrisa; una tensión violenta de los párpados, como quien expresa el último grado del asombro; palidez mortal, interrumpida por súbitas inflamaciones de rubor; voz semejante á un quejido fatigoso y animada de repente con vibración desentonada, eran los caracteres de su dolencia, próxima á llegar al período de mayor exacerbación.
Llegó a la de doña Petronila Rianzares. «La señora estaba en misa». Esperó paseando por la sala, con las manos a la espalda unas veces, otras cruzadas sobre el vientre. El gato pulcro y rollizo entró y saludó a su amigo con un conato de quejido.
Sólo escuchaba su quejido incesante, y el ligero zumbar del viento. ¡Bah! dije llorando ; el hermoso soldado se ha olvidado como los otros de sus promesas; pero éste, al fin, no ha sido infame, porque no ha sido mi amante.
El vapor, anclado en el puerto comercial, danzaba inquieto, tirando de sus amarras con lúgubre quejido. Todos los baques cercanos se movían igualmente, lo mismo que si estuviesen en alta mar. Tòni entró en la gran cámara, y al ver el rostro de su capitán adivinó que había llegado el momento de conocer la verdad.
Ella gritó entre los dientes, y sus esfuerzos fueron tan desesperados que logró por fin desasirse. Entonces el mancebo, quitándose de golpe la máscara, rugió dos veces: ¡Ramera! ¡Ramera! enseñándola el rostro. La niña no pudo modular ni una sola palabra. Su boca, entreabierta, negra de horror, dejó escapar un quejido sordo, aciago, indefinible.
Palabra del Dia
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