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Actualizado: 14 de junio de 2025


De esta faena se encargó Nucha, bajo la dirección de Julián. Con tal motivo, refugiados en la capilla solitaria, no llegaba hasta ellos el barullo del club electoral. Entre el capellán y la señorita desnudaban a San Pedro, peinaban los rizos de la Purísima, ribeteaban el sayal de San Antón, fregoteaban la aureola del Niño Jesús.

Al otro día, después de preguntarle cómo seguía, Laura observó que la ropa de la cama se había caído un poco, y sin poder contenerse se acercó al enfermo. ¡Ave María Purísima, cómo has puesto la ropa! exclamó mientras la arreglaba con solicitud maternal. Si no te movieses tanto, criatura, no te sucedería esto. No tienes toda la culpa, sino esas torpes de criadas que no saben hacer una cama.

La purísima hostia, con no tener cara, miraba cual si tuviera ojos... y la sacrílega, al llegar bajo el coro, empezaba a sentir miedo de aquella mirada. «No, no te suelto, ya no vuelves allí... ¡A casa con tu mamá...! ¿? ¿Verdad que el niño no llora y quiere ir con su mamá?...». Diciendo esto, atrevíase a agasajar contra su pecho la sagrada forma.

Allí tenía Mutileder una prima, que era un sol de belleza, con diez y ocho años de edad, y más rubia que él, si cabe. Esta prima se llamaba Echeloría. Su padre, viudo y muy rico, la idolatraba. Mutileder y Echeloría eran de casta ibera purísima, sin mezcla alguna de celtas ni de fenicios.

Pero á última hora la pequeña Sara intervino en la representación, y declamó su papel con tan sincera emoción y tan acabado arte, que «monseñor», maravillado, hubo de felicitarla. La futura actriz, fuera de , loca de alegría, vibrando de orgullo, rompió á llorar. Transcurrieron muchos meses, y aquella emoción purísima perduraba en la niña, y bañaba en luz radiante su almita ambiciosa.

¿Le gusta a usted el teatro? Eso , sobre todo los dramas en que hay cosas que la hacen llorar a una. ¡Ave María Purísima!... Esas obras en que sale aquello de «¡hijo mío!... ¡padre mío!...». Esas, y otras en que hay pasos de mucha aflicción, y sacan las espadas, y se desmaya una actriz porque le quitan el hijo.

Desde que se ponía el pie en el portal se observaba el espíritu religioso, la economía y la limpieza que reinaban en aquella casa. Los muebles de la antesala eran feos y antiguos, pero brillaban por el frote de la bayeta y el cepillo. En uno de los ángulos había un pedestal con una Purísima de yeso, pintada. Los pasillos amplísimos y enjalbegados como los de un convento.

Y la musa que vela en tu sepulcro En medio de la negra tempestad, Aun hace estremecer tu dulce lira Agitando sus alas al pasar. Como una flor purísima y hermosa Nacida en estancado cenegal, Así vivias , genio sublime, En medio de este páramo glacial; Y cual se eleva del pantano infecto De su perfume grata suavidad, Así tu acento se elevaba puro A la mansion de la eternal bondad. ¡Pobre poeta!

Pero coge otro traje de más abrigo, por Dios: eres capaz de resfriarte.... ¿No has notado qué bien huelen las rosas? En León apenas las hay: me acuerdo de que las que podía coger se las ponía todas a la Purísima que tengo en mi cuarto. Era el Casino para Perico y Miranda, como para todos los ociosos de la colonia, casa y hogar durante la temporada termal.

Pasado el primer instante de estupor, mi madre me cubrió de besos, mi padrastro lloró de ternura, Inesilla me cogió el saco de mano y comenzó a darle vueltas. ¡Ave María Purísima! La chica era guapa, una real moza, fresca, garbosa, con cada ojazo, y ¡un pelo más hermoso! Lo que se llama una gran mujer.

Palabra del Dia

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