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Actualizado: 14 de julio de 2025
Mi cómplice es Doña Blanca Roldán de Solís. El P. Jacinto se llenó de asombro, abrió los ojos y la boca y se santiguó muy deprisa media docena de veces, soltando estas piadosas interjecciones: ¡Ave María Purísima! ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento! ¡Jesús, María y José!
En cambio del anterior, recomiendo á los aficionados á la pintura que pasen por Lucban, una Purísima que el Padre Mena tiene en el salón del convento, sacada de entre el polvo y las telarañas que ha muchos años ocultaban su mérito en la húmeda meseta de la escalera. Según las crónicas de la orden de San Francisco, la iglesia y convento que hoy existen fueron concluidos el año 1738.
Para reemplazarle piensa Lully en la poesía sublime de la maternidad; en sus goces, deberes y sacrificios; pero el tálamo es estéril para Cabrera. Hay un momento en que sueña Lully con una pasión quintaesenciada, purísima, castísima, sin la menor mácula que deslustre su limpieza. Lully halla por fortuna al hombre adecuado para este fin.
Niñita mía, no diga usted tales cosas delante de este joven sin experiencia indicó con mal disimulada satisfacción doña Flora ; pues podría creer que el ilustre jefe de la Cruzada, para quien doy estos puntos y comas, ha tenido conmigo más relaciones que la de una afición purísima y jamás manchadas con nada de aquello que D. Quijote llamaba <i>incitativo melindre</i>. Conociome el Sr.
No, en esos límpidos ojos, en esa purísima frente, en esos labios francamente amables, no podía haber la menor huella de engaño o duplicidad. En el fondo de esos clarísimos ojos no se descubría la menor de aquellas turbadoras y fugitivas fulguraciones que son indicio de mentira.
En sus ojos asoma el mismo pensamiento, y se dicen si no ha pasado sobre ellos, en aquellas palabras, una ráfaga de locura. Los criados y los mendigos van llegando de la cocina con un rumor lento, ojos de susto, gesto de misterio, y se detienen sobre el umbral de la puerta. ¡Ave María Purísima! ¡Cavada tengo la sepultura!
Tales cavilaciones fueron la causa de mi silencio. Por mi desdicha, es absurdo imaginar que una virgen, una santa, una criatura inmaculada y purísima, si no es tonta, permanezca siempre a obscuras y con los ojos del alma completamente cerrados para todo cuanto hay en el mundo que no es honesto.
Ni la Purísima de sueltos tirabuzones y traje blanco y azul, ni el san Antonio que hacía fiestas a un niño Jesús regordete, ni el san Pedro con la tiara y las llaves, ni siquiera el arcángel san Miguel, el caballero de la ardiente espada, siempre dispuesto a rajar y hendir a Satanás, revelaban en sus rostros pintados de fresco el más leve enojo contra el capellán, ocupado en combinar los preliminares de un rapto en toda regla, arrebatando una hija a su padre y una mujer a su legítimo dueño.
¡Ave María Purísima! dijo Gracián llevándose las manos a la cabeza. ¿Se espanta su merced?... Ese polvillo lo tiene, como gran reliquia, mi señora Doña Josefa, la mujer de D. Pedro Rey. Dice que su niña Perfectita sanó con él. ¡Sacrilegio, profanación! exclamó el jesuita . ¡Abuso nefando de las cosas piadosas!
Obispo turolense D. Francisco Perez de Prado, tiene en su parte principal la Purísima, con cuya condición el prelado ayudó con sus fondos particulares a la construcción: al lado de la Epístola y en una urna, se ve a Santa María Magdalena, de bulto, en actitud penitente y contemplativa, perfectamente acabada: debajo del órgano hay un altar de San Jorge, de bastante mérito, y que se supone con mucho fundamento ser de la época del Rey D. Jaime, así como un Nazareno con la Cruz a cuestas, que va en las procesiones de Semana Santa: el mencionado Rey D. Jaime, cuyo retrato se conserva al lado del retablito de San Jorge, fundó en 1262 una cofradía de Caballeros de Teruel, siendo el monarca el primer cofrade: hay en la Secretaría de esta Iglesia un San Juan Bautista de cuerpo entero, que patentiza la valentía del pincel que le esculpió en el lienzo.
Palabra del Dia
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