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Actualizado: 14 de julio de 2025


Después me dijeron que les cantase el jaleo, y lo canté de pie sobre una banqueta. ¡Ave María Purísima! Hasta los soldados se acercaban a la tienda para oír. Entre los oficiales había dos que no me dejaban de la mano, y me decían que si me pasaba al ejército francés me tomarían por ayudante, llevándome a Francia, a París, y de París a recorrer toda la Europa.

Esta Purísima tan estropeada, es copia de una de Murillo, y dicen que no era mala cuando la trajo de Madrid mi bisabuelo paterno. Este retrato que la sigue por la izquierda, es de mi padre, y el otro de la derecha, de mi madre. Son obra de un pintor que anduvo tomando vistas por estos sitios, muerto de hambre. Así están ellos.

Alonso de Salizanes, movido de la gran devocion que tenia al misterio de la Purísima Concepcion de María, deseaba ardientemente que en su tiempo se celebrasen en la catedral el dia y octava de este sagrado misterio, con el mismo aparato y grandeza con que se celebraban el dia y octava del Corpus.

Pero yo no sabía que el sitio donde tenía que ir era tan angosto, que si no, ¡ay, Dios mío! ... mire usted señor, somos unos pobres; pero si al mi Andrés le atendieran algo por el camino.... No es esto decir que yo desconfíe de usted, ¡ave María Purísima!

¡Que yo soy un fenómeno!... ¡Ave-María Purísima, qué disparate! Estás fresco... Lo permanente no soy yo, ¡qué cuña!, es el conjunto... Yo lo reconozco así en el fenómeno pasajero de mi conocimiento. ¡Y estas cosas se decían en el rincón de un café, al lado de un parroquiano que leía La Correspondencia y de otro que hablaba del precio de la carne!

Ha pasado a la posteridad, gracias a lo que escribió. Compuso en prosa entreverada de versos la Apacible conversación entre un tomista y un congregado, acerca del misterio de la Purísima Concepción, nuestra señora, y un opúsculo En defensa del compatronato de Santa Teresa, en el cual alegó razones contra la opinión de Quevedo que, como es sabido, defendía el patronato exclusivo de Santiago.

Y hasta en eso seguiremos, además de esos monjes alemanes o suecos de que usted me habló, a la misma Teresa de Jesús que, como usted sabe, con buenas palabras y creo yo que hasta bromas alegres que tenía, con purísima intención, con un clérigo amigo suyo, consiguió apartarle del pecado.

Siéntese usted un momento, que le voy a hacer otra pregunta. ¡Ave María Purísima!... ¿con qué caballero? Con aquel que se murió de repente... Cállese, cállese o le pego... No, si yo no lo creo ya. Lo creía; pero como fue la indecente de Aurora quien me lo dijo, ya dejé de creerlo... sólo que tenía un poquito de duda. Aquí donde usted me ve, yo, al lado de ella, soy un ángel.

No me considero capaz de pintar con exactitud aquel breve momento de desinterés total, que bien puede servir de excusa a muchos accesos de egoísmo, en que luego caí, y durante el cual mi existencia purísima, saturada de buenas intenciones, ardió por entero a modo de ofrenda y llameó a los pies de Magdalena como fuego sagrado ante un altar. Recobramos las antiguas costumbres.

Algunas veces el recuerdo inquietante de Blanca, había turbado mi sueño; el mundo con sus pasiones y sus encuentros, habíame suspendido un momento en su vorágine, pero poco a poco la purísima imagen de Valentina volvía a levantarse delante de mis ojos como una cariñosa sombra que me llamaba, allá, al pasado, al dulce pasado de la adolescencia.

Palabra del Dia

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