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Ahora volvía a ver con intensa emoción aquella casa y marchaba hacia ella, no sin vacilaciones; con cierto temor que no podía explicarse y que agitaba su diafragma, oprimiéndole los pulmones. Pasaban los hortelanos junto al diputado, cediéndole el borde del camino, y él contestaba distraídamente a su saludo. Todos ellos se encargarían de contar dónde le habían visto.

Nada más delicioso que el cambio de temperatura a medida que se asciende. Desde la línea tropical venimos respirando una atmósfera abrasadora que se ha hecho en La Guayra casi candescente. En la montaña, el aire puro refresca a cada instante y los pulmones, no habituados a esa sensación exquisita, respiran acelerados, con la misma alegría con que los pájaros baten las alas en la mañana.

Y adiós, que va a salir el correo, y además tengo los pulmones de una rana en el porta-objetos del microscopio, y voy a ver qué casta de respiración gastan las señoras ranas. Acuérdate de rezar un poquito, ¿eh? y bajaremos los humos. La bendición de Dios y de San Ignacio sean contigo, chiquilla.

Un hombre que estaba en la abertura de la cerca y que extendía el puño hacia ellos, gritó con toda la fuerza de sus pulmones: ¡Ah, ah, bribona, estás otra vez ahí! Corro en busca de la condesa para hacerle saber lo que pasa aquí. Esta vez te va a salir mal. Elena se puso vivamente de pie, azorada por aquella amenaza, y huyó hacia la casa dando gritos agudos.

De ocho a diez estaba el café completamente lleno, y los alientos, el vapor y el humo hacían un potaje atmosférico que indigestaba los pulmones. A las nueve, cuando aparecían La Correspondencia y los demás periódicos de la noche, aumentaba el bullicio.

El aire en calma no daba ningún consuelo a los pulmones, y sólo las moscas parecían regocijarse en la pesada y miasmática atmósfera, como sibaritas viviendo en medio de todas las delicias que puede apetecer su naturaleza. Gracián reprendió con cierta aspereza a Pedro López su afán de dar noticias fúnebres que afligían y apocaban a la pobre enferma.

Estaba el pobre chico encendiendo el quinqué de su cuarto, cuando la señora apareció en la puerta, gritando con toda la fuerza de sus pulmones: «Zascandil». No se inmutó Maximiliano ni aun cuando doña Lupe, repitiendo su apóstrofe, llegó al cuarto o al quinto zascandil.

Cuando las detonaciones se hicieron más débiles y más tardías, como las de una tormenta que se va alejando, la atención pública, hasta entonces en suspenso, comenzó á agitarse, cruzándose entre los parroquianos sonrisas, carcajadas y epigramas, que, afortunadamente, no comprendió el que era objeto de ellos; antes al contrario, pensando sólo en el fatal efecto del sorbete, y durándole aún la sed, comenzó á sacudir garrotazos sobre la mesa y á llamar con toda la fuerza de sus pulmones.

Mi amo miró al mar, a las lanchas, a los hombres que, desesperados y ciegos, se lanzaban a ellas; y yo busqué con ansiosos ojos a Marcial, y le llamé con toda la fuerza de mis pulmones. Entonces paréceme que perdí la sensación de lo que ocurría, me aturdí, se nublaron mis ojos y no lo que pasó.

Pero cuando ya D. Francisco metía la uña en el huequecillo de la madera, hubo en su espíritu un cambio de intención que debió de ser milagroso... Retirando sus dedos cerró la arqueta. A Rosalía le volvió el alma al cuerpo, y sus pulmones respiraron de nuevo.