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Nada más delicioso que el cambio de temperatura a medida que se asciende. Desde la línea tropical venimos respirando una atmósfera abrasadora que se ha hecho en La Guayra casi candescente. En la montaña, el aire puro refresca a cada instante y los pulmones, no habituados a esa sensación exquisita, respiran acelerados, con la misma alegría con que los pájaros baten las alas en la mañana.

Un hombre obeso, vestido de larga túnica azul, se alejaba. Había viejos divanes contra los muros, alcatifas y sofras sobre el piso de mármol, dos arcos policromos y dorados hacia el fondo; y aquí y allá algunas tablecillas incrustadas de marfil y de nácar. Sobre una de ellas, un sahumador de cobre desprendía tres hilos acelerados y rectos de perfume.

A veces un rayo luminoso pasaba entre el follaje y hacía temblar sobre el libro una medalla de sol. Aquella sombra le sabía a la frescura barrosa que el agua conserva en las alcarrazas. De pronto un rumor de pasos acelerados le hizo levantar la cabeza. Miró. Era Medrano corriendo por el atajo en dirección al caserío. ¿Dónde vais? gritole. El escudero indicó con breve ademán que le siguiese.

Lo primero que hizo Dunstan, después de una sucesión de pensamientos acelerados por el aguijón de la codicia, fue dirigirse al lecho, pero a la vez que caminaba sus miradas recorrieron ávidamente el suelo, cuyos ladrillos, iluminados por el fuego, se veían a través de la arena esparcida encima de ellos. Sin embargo, no eran visibles en todas partes.

Mirábanle entonces, compadecidos, los criados, y la vieja Rita, haciéndose cruces en un rincón, desgranaba su rosario a toda prisa, murmurando: Son los malos..., los malos...; siempre estuvo el mi pobre poseído.... Carmencita seguía los pasos acelerados de su padrino, pálida y silenciosa, prestando un dulce asentimiento a aquella alegría disparatada y sonriendo con mucha tristeza.

Pero como este tenia necesidad de buscar los portugueses auxiliares, é irles al encuentro, marchó hasta Santa Tecla por unos largos rodeos, y así dió lugar á los indios para que 100 Miguelistas, que iban con pasos mas acelerados con su capitan José Tiararú, se les pusiesen á la vista.