Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 23 de mayo de 2025


Se doblaban en incesante vaivén, á pesar de su corpulencia; mugían ¡haup, haup! con toda la fuerza de sus pulmones, como si con sus gritos pudieran hacer entrar más adentro la palanca del barrenador.

Vino a sacarle al pobre Felipe de aquel apuro un coche que, apareciendo por una avenida transversal al trote largo, se detuvo en la de la Muette, al mismo tiempo que asomando medio cuerpo por la portezuela, gritaba un caballero con toda la fuerza de sus pulmones: ¡Alto, señores, alto; deténganse ustedes! Era el anciano conde de Mengis, a quien reconocieron al punto Felipe y Amaury.

¡Feli... nena mía; respira... habla! ¡Dios mío! ¿qué es esto? Y la golpeaba las manos, tiraba de sus brazos, la soplaba en la boca como si quisiera devolver aire a sus pulmones. Duró esto menos de un minuto, pero al joven le pareció interminable; sentía una angustia casi igual a la de la enferma. Volvió ésta a respirar, y su inmovilidad se trocó de pronto en una agitación loca.

«Pues ese pobre hombre añadió la santa conteniendo la risa , desde que se entera de que estoy aquí, se pone a tocar como un descosido. Es la manera de recordarme que le prometí vestirle, porque el desventurado está mejor de pulmones que de ropa.

No acertaba a comprender la causa de ello; pero era sin duda que su alma no había podido precaverse contra el alborozo expansivo de la capital, y lo había respirado como los pulmones respiran el aire en que los demás viven. «Ya no hay remedio dijo Bringas, sacando fuerzas de su extremado abatimiento . Ahora preparémonos. Que sea lo que Dios quiera. Resignación.

Era la voz de Ángela que llamaba a Rosa: ¡Rosa, Rosa, Rosaaa! Iba gradualmente alzando el tono. Después, como la casa era muy chica y había gran silencio, la oyeron decir por lo bajo: ¡Madre mía, si no está en la cama! Y después gritar con toda la fuerza de sus pulmones: ¡Padre, padre! Levántese, padre; Rosa no esta aquí, Rosa no está aquí, padre...

Carbón arrancado a las entrañas de la tierra y convertido en torrentes de claridad; cristales fundidos por aquel horno que secó su garganta; hierros forjados al fuego en que se abrasó los dedos; sedas teñidas en aquellas substancias que le envenenaron los pulmones; todo, ¡todo! había contribuido a formarlo, y nada, ¡nada! era para él.

Con rudos instrumentos le abre las entrañas y busca ese principio en el hígado, en los pulmones, en el corazón, en la sangre y en los nervios. No le halla en parte alguna. Estaba en todo y como levísimo vapor se ha disipado. Así infiere que el principio de la vida es incorpóreo, es tenue; se asemeja en pequeño al gran ser que antes ha reconocido como motor o como alma del Universo.

Parecían inmóviles sobre el vapor, que marchaba y marchaba con el jadeante ímpetu de sus pulmones de acero, y cuando quedaban atrás bastábales un par de aletazos para volver a colocarse verticalmente sobre él.

Los que sentían sed, pasaban del calor asfixiante de la gañanía a la frialdad de la noche, y se atracaban de un agua que parecía hielo líquido, mientras el viento les hería las sudorosas espaldas. Al trasponer la puerta, Salvatierra sintió en sus pulmones la rareza del aire, al mismo tiempo que hería su olfato un hedor de lana húmeda, aceite rancio, barro y carne aglomerada y viscosa.

Palabra del Dia

santificación

Otros Mirando