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Actualizado: 5 de junio de 2025
Grandes personajes nos visitan con frecuencia, hay muchas fiestas, y yo deseo presentarme con un aspecto bien como el que más. Esto puede ayudarme en mi carrera y...» Se detuvo Moreno para rascarse la cabeza con el mango de la pluma. Luego siguió escribiendo, con el mismo gesto infantil de inquietud y remordimiento, hasta llenar las cuatro páginas de la carta.
Yo conozco á la bordadora, la Matea, que tiene un taller donde trabajan muchas chicas... No, señores, interrumpió Isagani; acudamos antes á los medios honestos... Iré yo á presentarme en casa del señor Pasta y si nada consigo, entonces ustedes hacen lo quieran con las bailarinas y las bordadoras.
¿Pero no te dije que fueras a hablarle?... ¿Que en todo este negocio no había que soltar por escrito una sola letra?... ¿Lo ves, Fernandito?... Villamelón retrocedió un paso como quien espera un cachete, y Currita adelantó otro, diciendo después de una pausa: ¿Y dijo que iba a... a... a presentarme esa carta? Eso decía Velarde. ¿Estás seguro?... Segurísimo.
María Teresa se excusó y salió precipitadamente. Algunos minutos después, la puerta del salón se abría, para dar paso al señor Aubry, sostenido por sus dos hijos. Estaba muy pálido; se dejó caer pesadamente sobre un sofá; luego, a Martholl le dijo: Discúlpeme de presentarme en esta triste figura... me he desvanecido en la fábrica y han tenido que traerme en coche como un bulto.
Yo no tengo para qué presentarme otra vez delante de esa p... exclamé, poniéndome rojo. Creí que aquel insulto dirigido a su amada le iba a exasperar. Nada de eso. Siguió tan tranquilo como si nada fuese con él. Ambos guardamos silencio. Yo quedé profundamente pensativo. Las últimas palabras del malagueño me habían llegado a lo profundo del corazón.
Cuanto á mí, pecador, ni puedo correr metido en este saco harinero que por todos lados me sobra, ni tampoco es cosa de quitármelo y presentarme en el pueblo sin más vestimenta que una almilla rabona, unos gregüescos remendados y un par de zapatos. Ni siquiera medias. ¡Por vida del fraile ladrón!
Me repugnaba seguir los consejos de mi maestro. Entendí muy bien lo que éste me quería decir con aquello de «te recomiendo que trates a mi amigo con tu genial y característica bondad»; pero me chocaba presentarme tímido y meticuloso como un donado, aparentando una estimación que no pasaba en mí de los límites de un respeto vulgar y corriente, como el que concedemos a todos por razones de urbanidad y cortesía. ¿Qué hacer?
Dirigíame a las inmediaciones de Sedán, a casa del duque de C..., antiguo amigo de mi padre y protector de mi familia, el cual habíase ofrecido a acompañarme a París y presentarme en Versalles, con objeto de obtener para mí el mando de una compañía de dragones por influencia de una hermana suya, la marquesa de F..., hermosa joven designada por la opinión pública como sucesora de Mad.
El cura me apretaba la mano fuertemente, y yo besé la suya, que regué con unas lágrimas que hacía años no había podido derramar. Cuando hubo pasado aquel momento de profunda emoción, el cura se apresuró a presentarme a dos personas respetabilísimas, sentadas cerca de nosotros y que no habían sido las que menos se conmovieran con el relato del maestro de escuela.
Hay que buscar el apoyo de las mujeres, y para esto me ha prometido don Isidro presentarme a esas señoronas ricas que hablan con él y se sientan en la parte de proa. Parecen muy entusiasmadas con el obispo italiano: «Monseñor, aquí; Monseñor, allí», pero yo soy español, y ¡quién sabe!... Me gustaría encontrar una señora rica que me protegiese.
Palabra del Dia
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