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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Traté de retardar el momento de presentarme a mi amo; pero, al fin, el hambre, la desnudez en que me hallaba y la falta de asilo, me obligaron a ir. Mi corazón, al aproximarme a la casa de Doña Flora, palpitaba con tanta fuerza, que a cada paso me detenía para tomar aliento.

Debo tomar el tren y marcharme a Córdoba. ¿Y con qué dinero, Virgen Santísima? Vaya, que mi tío se porta... Tantas promesas y tan poca substancia. ¡Ah! ¡Señor Canónigo, cómo se conoce la avaricia! Temo presentarme a mi abuela con esta facha innoble. Ya mis botas no están decentes, ya mi vestido está muy cesante, como dice la Sanguijuelera.

A fe de hombre honrado respondió la aludida, lo prometo. Y la incorregible niña mimada se repantigó cómodamente en un sillón para escuchar mejor. Francisca asegura que su moral no está a gusto más que cuando su físico no sufre ninguna molestia. «Pedro Marcelier, Registrador de la Propiedad en Santa Rosa, a una persona desconocida. »Caballero o señora: »Empiezo por presentarme.

Y date prisa, antes que esa panza se ponga esférica, y ese cabello.... ¡Ay! ¡Y cómo pasa el tiempo! Envejecemos que es un dolor. Miranda contemplaba la punta de su elegante bota de caña clara, y rascábase la frente cavilando. Medio de presentarme en esa casa pronunció al cabo resueltamente . Son personas de poco trato, y es preciso... yo no voy a pasearle la calle a la mocosa, supongo.

Si has recibido de tu padre, ¿por qué no recibes de tu madre? ¡Ah! Mira: son mis mejores joyas; valen cientos de miles de ducados... yo no las necesito ya... tengo las bastantes para presentarme de una manera riquísima en los días de corte... toma, toma, llévatelas, hijo mío... redúcelas á dinero... compra haciendas y dalas en dote á mi buena, á mi hermosa hija... á mi pequeña enemiga. Meditad...

Amaury y Antoñita cambiaron una mirada y Felipe, avanzando con gravedad hacia el doctor le dijo solemnemente: Pídole mil perdones, señor de Avrigny, por presentarme aquí con tal desaliño en el traje, que hasta traigo agujereado el sombrero; pero las circunstancias que me obligan a venir son tan especiales que no admiten dilación.

Proseguía pensando: «La pulmonía ha atrapado a Anselmo cuando iba a Inhiesta en persecución de don Pedrito y Angustias. Si éstos no se escapan, la pulmonía no sorprende a Anselmo. Yo les preparé la escapatoria. Luego yo soy la culpable de la muerte de Anselmo. Yo soy la asesina; yo le he matado a traición. Yo misma.... Debo presentarme al juez. Yo le he matado; , le he matado....»

En realidad, la única razón que he tenido para ponerme en comunicación directa con el público, viene á ser el deseo de presentarme como autor de la más larga de mis narraciones; y al paso que realizaba mi objeto principal, me pareció que podría permitírseme, por medio de unas cuantas pinceladas, dar una vaga idea de un género de vida hasta ahora no descrito, bosquejando los retratos de algunas de las personas que se mueven en ese círculo, entre las cuales la casualidad ha hecho que se contara el autor.

¡Os negásteis! por cierto; pero de nada me sirvió mi negativa. Una nueva orden del rey me mandó presentarme en la corte, y me fué preciso obedecer. Pero no comprendo cómo, aislado, obscurecido... Cabalmente se quería un fraile obscuro, de pocos alcances, devoto, que estuviese en armonía con la pequeñez, con la devoción exagerada del rey.

Tan poco enfadados estamos, que si su padre de usted no me hubiera hecho el honor de presentarme, iba á hacerlo Sorege mismo. ¡Tanto mejor! Yo quisiera que el señor de Sorege tuviera muchos amigos como usted... Parece que los tuvo muy malos en otro tiempo... ¿Quién era aquel Freneuse, que tan mal acabó? Al oir aquella pregunta imprevista, Cristián se puso rojo y miró atentamente á miss Harvey.

Palabra del Dia

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