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Actualizado: 24 de junio de 2025


Pues este presbítero, tan servicial como voluntarioso, fue el encargado de conducir las negociaciones para el matrimonio. Godofredo le confió sus poderes o se los tomó él; no es fácil averiguarlo. De todos modos, cierta mañana llegó a casa del ingenioso Sánchez y tuvo una larga y secreta conferencia con los señores.

Además, ¡quién sabe de lo que sería capaz aquella loca si se veía acosada! Una viva irritación se iba apoderando del alma pacífica del presbítero. Hacía ya tiempo que no estimaba a la exaltada beata; ahora la aborrecía. Cuando regresó a casa era ya noche. Se encerró en su cuarto sin preguntar por su compañera, y continuó meditando con febril impaciencia sobre el mismo tema.

Me estás tratando con mucha dureza respondió atribulado el joven, haciendo pucheros para llorar. Va usted a dispensarme que intervenga en este asunto manifestó entonces el presbítero con voz que parecía el chirrido de una bisagra enmohecida, incorporándose un poco y llevándose nerviosamente la mano a las gafas para sujetarlas.

Tenemos un ejemplo de la apurada situacion á que muchos se veian reducidos en estas estraordinarias circunstancias, en el viaje que los hermanos de S. Eulogio, Isidoro y Alvaro, tuvieron que emprender á Alemania con mercaderías de Córdoba, en busca de recursos con que vivir y satisfacer aquellos desmedidos impuestos. Véase la vida de S. Perfecto, presbítero.

El ruido sordo de las ruedas del coche y el cascabeleo de las mulas contribuían a sumergirla en este arrobamiento. Cuando terminaron, quedó largo rato ensimismada. Por su gusto aquella oración no se hubiera terminado nunca. Pero el joven presbítero se había puesto el sombrero y miraba otra vez por la ventanilla. El paisaje se animaba bajo la claridad rosada de la aurora.

Los clérigos debieron de entender que se habían excedido un poco en la defensa de aquel patriarca, porque dirigían la palabra con semblante humilde tanto a D. Pantaleón como a Moreno. El mismo presbítero gordo vino a decirles que retiraba todas las bofetadas que había dado. Con esto D. Pantaleón se dio enteramente por satisfecho, y no comprendía cómo Moreno se mostraba aún torvo y enojado.

Después de merendar nos fuimos al salón. Elenita se puso a teclear en el piano, antiquísimo, de voces cascadas y metálicas: un verdadero trasto. Temblé que comenzase a cantar alguna de sus romanzas sentimentales, y más cuando vi acercarse al presbítero y decirle algunas palabras al oído; pero no fue así.

Vea usted, por lo tanto, cómo me veo en la precisión de considerarle a usted mejor persona que Dios. Una ola de sangre subió al rostro del presbítero. El estupor, la indignación, le trabaron la lengua. Eso es mofarse indignamente de las cosas más santas articuló al fin. Me sorprende que habiendo usted recibido una educación cristiana haya llegado a tal extremo de impiedad.

Así se observa primero en los diálogos del presbítero, diácono y pueblo, y después en las antífonas y responsos, en los cuales un solo cantor entona un versículo, respondiendo luego dos coros alternados que cantan el salmo, repetido al fin por todos los fieles.

Pueden ustedes hacerlo ahora mismo, porque yo me voy dijo el presbítero levantándose. Pero Godofredo le tiró de la sotana y le obligó a sentarse de nuevo. De ninguna manera, padre. ¡No faltaba más! Todo lo que Mario ha de decirme puede usted escucharlo muy bien. ¿Verdad, querido? añadió dirigiéndose a su amigo con amable sonrisa. Mario quedó confuso.

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