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Actualizado: 1 de julio de 2025


El Cura, persona muy juiciosa y prudente, puso paz en ambos ejércitos, y la budística población volvió a su calma y tranquilidad habituales. Porras fué llevado a una reunión extraordinaria, especialmente convocada para que el incrédulo «Canta Claro» saliera de allí vencido «por los hechos». Así lo dijo en varios corrillos el sabihondo Jurado que era el más fanático de la cohorte nigromántica.

Cómo esta preocupación permaneció viva en el siglo XVI, pruébanlo las siguientes notas: Bartolomé Porras, saludador, era vecino á la Puerta de Triana en 1534 y se le halla citado en el Padrón vecinal de dho año lo mismo que á Anton Sánchez, saludador, vecino de Alcala del Río, el cual obligóse á pagar á Hernando Navarro, ropero, 48 rs. resto del importe de un manto que le había comprado, 4 Marzo, 1560 .

Al tal D. Luís tocóle para su daño hacia 1591, ser juez en una causa por la cual fué condenado un reo, el cual tenía algunos parientes y amigos que con gran ahinco trabajaron por librarle de la pena, sin que pudiera conseguirlo, pues Sumeño de Porras se mostró inflexible.

¡Bonita facha la mía para ir allá! ¿Qué viene a buscar ese viejo? dirán. ¡Andrés! No, amito; conocerse no es morirse.... A las nueve y media llegué a la casa de Gabriela. En la antesala jugaban a los naipes varios amigos. Sarmiento, Porras, don Carlos y el P. Solís. La señora y Pepillo estaban todavía en el comedor. No bien saludé a los jugadores cuando apareció Gabriela.

En una bella Epístola al doctor Matías de Porras, publicada después en La Circe, pintó bellamente Lope la felicidad de su vida doméstica. De tales sentimientos está impregnado el libro Los Pastores de Belén, especie de Arcadia a lo divino, que publicó a principios de 1612, tiernamente dirigido a su hijo Carlos.

Que entre el que llama». Yo bajé a abrir la puerta, y se colaron tres señores de cara de perro con bastones de porra. Subieron, y al entrar en la sala, se dejaron a un lado las porras y todo fue cortesía limpia y vengan esos cinco.

Después de hablar de las funestísimas consecuencias que causó en todas las industrias sevillanas la epidemia de 1649, dice, refiriéndose al memorial que en 1655 dirigió al Rey el maestro tejedor Francísco Martínez de la Mata en nombre de sus compañeros Francisco de Cisneros y Jerónimo de Porras; que consta en dicho documento, que no habían quedado en Sevilla más que 60 telares, siendo así que antes había 3000, en los cuales trabajaban 30000 personas.

El pobre amanuense de Castro Pérez, herido y lastimado por la murmuración villaverdina; un pobre estudiante, recién salido de aulas, favorecido por los elogios de don Quintín Porras, y llevado a Santa Clara por las recomendaciones de un maestro de escuela, de un médico a la antigua, sin fortuna ni fama, y de un mendigo franciscano.

Dudaron al principio los inquisidores, temiendo que se les escapase la presa que ya tenían tan segura, pero tantas fueron las protestas de los que afirmaban la inocencia, que los del tribunal acordaron suspender la ejecución de D. Luís Sumeño de Porras, y buscaron á los delatores, cuyas señas tenían.

Afable con todos, cortés y comedido con cuantos le trataban, era, sin embargo, enemigo de andar en reuniones y corrillos, y tal vez por eso se pasaba en Santa Clara buena parte del año, y cuando residía en Villaverde no concurría a la tertulia de don Procopio ni al tresillo de mi querido amigo Quintín Porras.

Palabra del Dia

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