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Actualizado: 21 de julio de 2025


Una densa nube de humo tachonada de chispas, que saltaban en todas direcciones, se levantaba en el espacio. El fuego había prendido también en la plataforma inferior. El Capitán y sus compañeros, imposibilitados ya de seguir en aquella hoguera, salieron al corredor a través de las llamas y de la humareda.

Isidro, que había subido al paseo, miró por una ventana. «Lo mejor del buque» estaba allí, oprimido, amontonado ante la plataforma de los músicos. Las señoras, en primer término, ocupaban las sillas, y detrás de ellas los hombres, de pie, codo con codo, llevándose el pañuelo a la frente sudorosa.

Un comerciante grueso y colorado que ocupaba él solo la tercera parte de la plataforma se estrechó de pronto, se hizo pequeñísimo y volvió la cabeza. Un hortera, debajo de cuyo gabán se veía un delantal blanco, miró a Krilov con ojos de conejo asustado, y, empujando a la muchacha, saltó del tranvía y desapareció entre la multitud.

Las treinta y cuatro columnas, altas, delgadas y sencillas, que sostienen la plataforma de esta gran fábrica, dan al edificio una gracia ateniense, fantástica, aérea; parece que nadan por la atmósfera. Aquellas columnas tienen la arrogancia atrevida y la idealidad misteriosa del obelisco.

Bajaron todos, y me detuve deseando aislarme por breve rato para recoger mi espíritu y dar alas a mi pensamiento. Habíame paseado un poco entre la puerta y la plataforma de Capuchinos, cuando vi en la muralla una persona, un bulto negro, cuya forma y figura no podía distinguirse bien, y que se volvía hacia la playa, siguiendo con la vista a los espectadores y héroes del burlesco desafío.

¡Mira! gritó mi amigo señalando un lugar que había hacia el fondo del peñasco, a mitad de camino del profundo río, después que daba la abrupta vuelta, allí hay unos escalones y una senda estrecha que conduce más abajo. ¿Y qué es aquello? Miré y vi, sobre una especie de plataforma natural hecha en la roca, una pequeña choza de piedra, cuyo obscuro techo de teja contemplábamos desde la altura.

Apenas llegó la señorita Margarita á la plataforma y arrojó una mirada en el espacio que se abrió entonces ante ella, cuando la vi colocar oblicuamente la mano sobre sus ojos, como si sintiese un súbito desvanecimiento. Apresuréme á llegar á su lado. Este bello día al aproximarse á su fin alumbraba con sus últimos resplandores una escena grande, asombrosa y sublime, que jamás olvidaré.

No puedo decirle a usted hasta qué punto resultaba extraordinario aquel espectáculo de la inmensidad dos veces repetida, de extensión doble por lo tanto, tan alta como profunda vista desde la plataforma del faro, ni es tampoco descriptible la emoción que a todos nos embargaba.

Una mañana me acerqué al faro de las Ánimas. Al asomarme a la plataforma vi a uno de los chicos del torrero y le pregunté: ¿Está tu hermana? ¿Quién, Quenoveva? . Aquí está. Bajé, y me encontré a la muchacha, despeinada, con las piernas desnudas, envuelta en una falda hecha jirones. Estaba lavando. Al verme, se levantó avergonzada; yo la tranquilicé y le expliqué a lo que iba.

Diez o doce pies más arriba arman una segunda plataforma con los mismos materiales y por iguales procedimientos y sobre ella de igual manera, levantan la habitación, que va cubierta por un techo de dos aguas formado de hojas curiosamente dispuestas para resguardar de la lluvia todo el edificio.

Palabra del Dia

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